Circunstancias.



 


Por: Sonia

Odiaba ese pasillo, no era muy largo pero a veces el eco de mi voz me era insoportable. Ese pasillo era el que me conectaba al exterior, el que daba a las escaleras de salida.

En realidad odiaba todo el edificio, su arquitectura vacía sólo era un constante recordatorio de mi vida, sin sentido y así... vacía.

Claro, tenía a mis dos pequeños, de 4 y 7 años, ellos necesitaban de mi, esa figura de madre fuerte ya que su padre, bueno... no estaba con nosotros.

Al abrir la puerta de ese departamento, lo primero que veía era ese largo pasillo y al fondo, se asomaba una puerta... juro que a veces veía a alguien sonreirme desde ahí. Escalofriante.

El edificio así lo era, ya que recién terminaron de construirlo, era evidente que no todos los departamentos estuvieran vendidos, pero el padre de mis hijos decidió que era mejor vivir de inmediato ahí.

Así fue como nos mudamos, yo no tenía nada más que a mis hijos, poco a poco él fue amueblando la casa y arreglando el cuarto de los niños, el nuestro, la cocina y la sala... todo a cambio de cuidar bien a los niños, esa era mi obligación.

Y yo los amaba, eso era verdad y nadie podía decirme lo contrario, tanto los amaba que sacrificaba mi día a día por ellos, soportaba la situación que me asfixiaba en sobremanera pues, sucede, que esa no es la vida que yo esperaba.

En la oscuridad de mi cuarto, cuando los niños están dormidos y yo me quedo sola en esa habitación tan fría... miró en mi pequeña caja de recuerdos, fotografías de la infancia, paisajes de mi pueblo natal y... ella, acarició ese pedazo de papel, deseando que fuera aquel rostro que dibuja, aquella sonrisa sincera que no se me ha brindado jamás.

Ni pasará de nuevo.

Lloro un poco, imagino mi vida de haber ido con ella, huido de toda realidad normal y hundirme en un idilio amoroso con ella, aquella a la que amé tanto.

Miro de nuevo la fotografía, apenas teníamos 16 años... nos conocimos alrededor de los 12 y desde entonces supe que mi vida era ella, seguirla, sentirla... tomarnos de la mano por la vereda del campo.

Pero, siempre hay algunas malditas circunstancias.

Viví hasta los 20 años en mi pueblo natal, una edad considerada "grande" y siendo que no tenía deseos de casarme, retribuía a mis padres con trabajo y manteniéndolos en la medida de lo posible.

Ella se dedicaba al campo, su piel morena por el Sol, el sudor que corría por su cuerpo, su sonrisa indeleble y esos ojos negros ... era simplemente irresistible.

Yo me dediqué a administrar un pequeño negocio que pusimos entre las dos, vendíamos lo que cosechabamos y lo mejor es que se nos permitía vivir juntas, con eso de cuidar las tierras y demás... nadie sospechaba de nada, la gente nos veía como hermanas. La realidad es que ella, para mí, era el amor que siempre busqué, aquel del que hablaban en los libros.

Curioso, no encontré un princípe, encontré un hermosa princesa.

Desde los 16 años trabajamos arduamente, comenzamos nuestra travesía juntas y no me arrepiento de ningún día, aquella felicidad era completa, única, era ella.

Ella sólo tenía a una tía, eso significaba que podía dejar su hogar por completo, yo no, yo debía mantener a mis padres y eso comenzó a ponerse un poco más dificil.

Es verdad, dedicarse al campo no mantiene a una familia, la sequía y las carencias comenzaron, tuve que regresar a mi casa y busca otra manera de subsistir.

- Vámonos- solía repetirme

Pero nunca tuve el valor, no podría dejar mi madre y padre, tampoco podía decirles de mi verdadero amor. Me sentía atada de manos.

Y un fatídico día llegó...

Comencé a trabajar como secretaria en la alcaldía, era una de las pocas que sabía escribir y leer a la perfección, ella me enseñó.

Esa mañana, unos agentes de la Ciudad llegaron, uno llamó mi atención en especial... alto, blanco, barba prominente, me parecía guapo pero no le tomé tanta importancia.

Al parecer venían a quedarse unas semanas, el alcalde me pidió llevarlos a la posada del pueblo e instalarlos, después darles un recorrido por el pueblo.

Aquél hombre me miraba con insistencia y llegaba a incomodarme, hasta que se acercó a hablarme, su nombre era Joaquín, bromeaba y poco a poco dejé de estar a la defensiva, me invitaron a comer y ese día pasó agradable.

- ¿Te volveré a ver, bonita?- dijo

- Soy la secretaria dle alcade, así que creo que sí.-

- ¿Estás casada?- preguntó

- No- dije

- ¿comprometida?-

No supe que contestar, me despedí y fuí a mi casa, en el camino me la encontré, se notaba molesta, fue a buscarme al trabajo y no me encontró.

- Tuve diligencia- respondió y la abracé, ella me hacía sentir segura, viva, amada... completa.

Caminamos y fuímos a nuestro viejo hogar, pasabamos las tardes entre besos y caricias, cuerpos desnudos sintiéndose... amándose.

- tengo un plan, juntaré lo suficiente este mes y nos iremos- dijo

- No, no puedo ¿quién verá por mis padres?-

- Diles la verdad- dijo

Pero no podía, yo era demasiado cobarde para admitir una verdad así con mi padre.

No podría jamás revelar a mis padres lo que vivía con ella.

Los días pasaban y Joaquín mostraba demasiadas atenciones conmigo, lo que me hacía sentir muy halagada. A veces él me esperaba por las tardes afuera de la oficina y me llevaba a comer o dar un vuelta, no lo veía mal, yo no tenía ningún interés en él.

Esa tarde, ella me encontró afuera de mi trabajo, reía de una broma que hizo Joaquín, se acercó muy molesta:

- ¿Interrumpo?- preguntó

No dije nada, sólo los presenté y me disculpé con él.

- Nos vemos después- le dije a Joaquín

Caminamos un poco y ella comenzó a reclamarme.

- ¿No le ves? Le gustas-

- No es verdad, estás celosa de que pueda tener un amigo- respondí riendo

- No un amigo que te ve de esa manera

La acerqué a un pequeño callejón y la besé, intenté calmarla pues sólo podía amarla a ella.

Así es, sólo a ella.

Más días pasaron, al parecer esos agentes iba a mejorar el aspecto del pueblo y algo sobre las reservas ecológicas, pero necesitaban un guía y pensé en ella, conocía todo el terreno mejor que nadie, la propusé con Joaquí y aceptó.

- Se le ve muy malencarada, podría decir que hasta celosa- dijo sonriendo

- Somos muy buenas amigas- respondí con desagrado.

Acababa de mentir, me sentía terrible, pero ese dinero podría caerle bien a ella. La convencí a base de besos y caricias, ella era tan vulnerable a mí.

Y dentro de mi supe que, no podía estar con nadie más, sentir lo mismo que con ella... debíaos estar jjuntas, de una u otra manera.

- Quizá escapar no sea una mala idea- pensaba - Ella puede estudiar y yo también, trabajaremos y seremos felices.

Eso... imaginaba.

Aquella foto que aún conservo es del día que ella comenzó de guía para ellos, hicimos un picnic y Joaquín nos tomó un par de fotografía a ella y a mí... Una la conservo y la otra se la regalé a ella.

Ese día fue muy divertido, hicimos una especie de pic-nic y caminamos por el bosque, podía tomar de la mano a ella, argumentaba que no quería perderme y ella era la única que conocía el camino.

Era hermoso sentir su calor, la admiraba por lo mucho que e gustaba el campo, por lo firme que tenía su convicción.

Joaquín seguía brindándome atenciones, notaba la mirada celosa de ella, yo me quedaba neutra, para que él no malinterpretara nada.

Por la tarde regresamos a casa, Joaquín dejó a ella en su casa y después manejó hacía la mía. Estacionó el auto afuera y le agradecí por todo

- ¿Ya me vas a decir si tienes novio?- dijo

- No, no tengo- sonreí algo sarcástica

Entonces el se acercó y me besó, era dulce y tierno... pero no sentí nada, cerré los ojos y me aparté un poco, me miraba confundida y sorprendida.

- No quise ofenderte- dijo

Salí del auto sin decir más, mi madre me esperaba adentro.

- Deberías considerar a ese señor, tiene dinero y es de la Capital-

Me chocaban esos comentarios de mi madre, su insistencia por casarme.

Y esa maldita insistencia fue la que la llevó a invitar a Joaquín a comer en casa en repetidas ocasiones, sabía que rumbo tomaría eso y debía detenelo.

Pero, ¿cómo?

Al siguiente día era sábado, pasaba el día entero con ella... ambas estábamos muy calladas.

- Vámonos de aquí- le dije

Su rostro se iluminó y me besó con fuerza, lloraba... hablabamos de lo que teníamos y dle dinero con el que contábamos. Establecimos una fecha, la siguiente quincena, los agentes se irían y no tendría ningún trabajo pendiente.

Preparé mis cosas en secreto, guardé la ropa y preparé mis cosas... quería estar lista.

El día se acercaba y yo me sentía cada vez más nerviosa.

- Tu madre me invitó a una cena de despedida- me dijo Joaquín, ellos se irían por la madrugada - espero que estés ahí.

- Claro- dije, aunque en realidad esa noche también huía yo.

Ella pasó a recogerme al trabajo, empacamos todo y decidimos tener una última noche en ese viejo hogar, esa cama que nos conocía muy bien...

Besos, caricias, afuera llovía muchísimo pero el calor que nuestros cuerpos despedían embargaba el lugar.

- Te amo- le susurraba mientras mis manos recorrían su piel morena, su cuerpo trabajado por la tierra... sus senos firmes, sus muslos fuertes que se abrían ante mí.

Era mágico, cada vez que nos sentíamos así era una conexión que no tenía igual, me sentía protegida, segura entre sus brazos, sus piernas... sus besos aliviaban cualquier dolor.

Sus besos, es lo último que recuerdo.

Alguien abrió la puerta, ambas seguíamos amándonos, desnudas... miré aquella figura, era mi padre.

- Tú- gritó y la sacó jalándola del cabello, me vestí en cuestión de segundos, mi padre golpeaba a aquella mujer que me había regalado su amor.

- Basta, vas a matarla- grité lanzándome para protegerla de los golpes... él sacó su arma. Me apuntó.

- Lárgate o las mato a las dos- dijo

Cerré los ojos por un momento, ella acarició mi nuca

- Vete, estaré bien- dijo

- Puedes matarme ahora mismo- le grité

- Vete- volvió a gritar con ella- nos reuniremos pronto

La miré, acaricié su rostro y le dí un último beso... me levanté sin apartar la vista de mi padre. Corrí, había una camioneta estacionada. Era Joaquín.

- ¿Puedo irme contigo?- le pregunté

Él accedió, me abroché el cinturón y miré hacía afuera... mi padre había bajado su arma y ella entraba a la casa.

- Adiós- susurré

Durante el trayecto sólo dormí, no quería hablar de nada con Joaquín, no quería hablar de nada.

No quería saber nada, de nuevo mi cobardía me había hecho huir con un desconocido, que quizá sería un buen amigo.

Siempre quise visitar la ciudad, me hablaban mucho de ella. Pero ese repentino viaje no es lo que imaginaba, fueron más de 10 horas, me la pasé callada y fingiendo que dormía. Joaquín no decía nada.

Cuando llegamos me invitó a su departamento, me ofreció su casa y me recosté en la cama, sin más. Joaquín era un hombre bastante educado y sobre todo, respetuoso, me dejó ahí y pude llorar por lo que recién me había pasado.

- Te conseguí un trabajo, puedes quedarte aquí pero dentro de unos meses tengo que devolverle a un amigo esta casa- dijo

LE agradecí mucho, estreché su mano, el me miró y se acercó a besarme, lo separé.

- Ahora no, por favor- dije

- Esperaré por ti, me gustas y esperaré a que me digas lo mismo- respondió

Comencé mi rutina en la capital, tenía un trabajo de secretaría y no podía quejarme, me iba bien. Me mandaron a cursos de inglés y de computación para actualizarme, al parecer Joaquín era alguien muy influyente.

Pasaron cerca de 6 meses y renté un pequeño cuartito, me mudé y comencé mi vida sola, Joaquín iba a visitarme de vez en cuando, me invitaba a salir. Yo no conocía a nadie más, era un buen amigo y un gran apoyo.

Pero no dejaba de pensar en ella, me preguntaba lo que le había pasado y si era feliz, si mi padre la había perdonado, si el pueblo entero lo sabía. La angustia me estaba matando.

Las cosas con joaquín eran extrañas, a veces nos besábamos pero no dejaba nada más, no estaba lista y se lo decía (quizá el seguía pensando que era virgen o algo así), hasta que esa noche... en mi casa lo dijo:

- te deseo, quiero hacerte el amor-

- No, Joaquín, no somos nada-

- Ya no estamos en tu pueblo-

- No mientras no seamoas nada- dije para salvarme

Se levantó enojado y dijo: - Ni lo seremos, estoy casado... sólo puedo ofrecerte que seas mi amante-

ME quedé helada, Joaquín era casado ¿qué se supone que debía hacer?

Le pedí que se fuera, creo que el quería una respuesta, en mi las cosas eran claras, no quería ser su amante, no quería acostarme con un hombre y sobre todo... no podía amar a alguien que no fuera ella.

 Pasaron más meses, decidí separarme de Joaquín, pero él sabía bien cómo buscarme, además mi trabajo también estaba en riesgo.

Decidí darle largas, lo más que pudiera... aunque a veces era bastante innevitable.

Así que decidí que sucediera, ¿qué es lo peor que podría pasar?, accedí a que me llevara a un hotel, era bastante elegante y pedimos una habitación.

No me gustó, aunque debo admitir que Joaquín se portó de lo más tierno y cariñoso, pero no sentí nada, fue algo seco, frío. A Joaquín le fascinó.

Cerré los ojos, recordé los momentos que vivía con ella, los añoré demasiado, los recuerdos dolían... muchísimo.

Ese sólo fue el principio del dolor. Semanas después, Joaquín llegó con una carta para mí, la abrí con temor, la había escrito ella... Lo único que decía es que mi padre había muerto.

Lloré un poco, no por la muerte de mi padre, más bien por la indiferencia de ella. LE mostré la carta a Joaquín y se ofreció a llevarme, así lo hicimos.

Llegué y mi madre se encontraba en la casa, el funeral había sido hace meses... Hablé algunas cosas con ella, nos invitó a comer y me despedí de ella, no volvería a verla jamás.

Cuando salimos de la casa, como una visión, ella apareció.

- Me dijeron que te habían visto- dijo

La abracé muy fuerte, lloré también... no pude besarla, no con mi madre y Joaquín ahí.

- Vámonos- susurró

Me aparté y mi madre respondió:

- Debes venir a felicitarla por su boda-

Joaquín sonrió y la saludó

- ¿Boda?- preguntó ella

- Nos casamos en la capital- respondió Joaquín

Agaché la vista, podía sentir la mirada penetrante de ella, sólo dijo:

- Te deseo lo mejor- su voz se quebró y se echó a correr

- Espera- grite y corrí un poco hasta que tropecé

Joaquín me levantó y dijo que teníamos que irnos... no lo contradije, abordamos el auto y arrancó.

- ¿Por qué mentiste?- pregunté

- PAra que tu madre tuviera una última satisfacción, además... quiero que vivas conmigo, que estemos juntos-

- ¿Con tu esposa?- respondí irónica

- La voy a dejar-

No dije más, cerré los ojos y fingí dormir... guardé el llanto, era obvio que jamás volvería a verla, algo se quebró dentro de mi, algo se quedó vacio...

Todo ese recuerdo por esa foto. La guardo y me quedo dormida.

Sucede que, acepté la propuesta de Joaquín y casi 8 años después, tenemos 2 hijos. No ha dejado a su esposa, creo que nunca la dejará, pero a mi tampoco ya que estos son sus únicos dos hijos reconocidos.

Todo es muy raro, amo a mis hijos, en verdad sí... sólo que me siento en una vida robada. Joaquín suele llevarse a los niños a su casa, su esposa trata como suyos alos niños... otros fines él se queda conmigo, es un buen amigo, un gran apoyo y no nos hace falta nada, es responsable y atento y... me ama.

Él me ama en verdad y yo... no. Mi corazón se secó y solo amo a mis hijos, aunque la intensidad no es la misma que con ella. Ella, mi gran amor. ¿saben que es lo peor? Que no supe que fue de ella, esa incertidumbre es aún peor.

Me gustaría que estuviera muerta, así podía hacerme a la idea de una resignación...

Entonces mi vida se reduce a mis hijos, a mi casa y cuando no hay niños, hago cualquier cosa. Joaquín me apoya en todo, dije que no quería trabajar y él accedió a mantenerme. Dije que quería estudiar resposteria y el me apoyó en todo. tenía ciertas libertades.

Por la mañana dejé a los niños en la escuela, hice todo el quehacer y por la tarde, cuando abrí... al final de ese enorme pasillo, vi una figura. No cabía duda, era una persona.

Grité aterrorizada y cerré la puerta, el miedo corría por cada parte de mi cuerpo. El timbre sonó. Otro grito mío.

- disculpe, no quería molestarla- escuché

Abrí la puerta con cautela y... lo primero que vi fueron unos hermosos ojos color miel, una cara de consternación... era una mujer.

- Soy su nueva vecina, vine a mudarme- dijo

Me notaba palida, abrí la puerta y me sentí algo mareada, me sentó en el sillón.

- Perdone, perdonde en verdad. Estoy muy apenada- repetía sin cesar.

- No se apure, es que siempre se me figura ver cosas ahí- dije sonriendo y ella.. correspondió mi sonrisa.

- Mi nombre es MArisa, soy su nueva vecina- dijo y estrechamos nuestras manos. - Vine a cambiar la cerradura, pero no llega el cerrajero, aprovecharé a hacer limpieza- dijo

Era una mujer muy hermosa, su cabello largo caía por sus mejillas y contrastaba con sus hermosos ojos, su figura era delicada, su sonrisa... su... me quedé embobada por un rato.

Me disculpé y le dije que tenía que ir por mis hijos, ella sonrió y respondió que seguiría en su departamento hasta tarde.

Salimos de la casa, yo no podía hablar... era muy hermosa, sentí una atracción de inmediato.

- Hasta al rato- dije

y ella levantó su mano para despedirse.

Regresé con los niños, compramos algo de pollo frito para comer. Al entrar al edificio se me ocurrió invitar a la vecina.

Toqué la puerta, no estaba cerrada... abrí y ahí estaba ella con un oberol, pintando.

- Tienes manchada toda la cara- dijo mi hijo, el menor.

Ella sonrió y se acercó a abrazarlo, le dió un gran beso. Comenzaron a preguntarse sus nombres. Después saludó a mi hijo el mayor, también respondió bien.

- ¡Qué educados son!- dijo

- ¿Quieres comer con nosotros?- le dijo mi hijo

- Será un placer- respondió ella, salimos y caminamos hasta el pasillo.

- ¿Estás casada?- le pregunto

- Oh no, no, no, no... - rió- acabo de salir de un compromiso tormentoso.

- ¿Tienes hijos?- pregunto

- No, pero me fascinaría... aunque creo que yo no los tendría- rió de nuevo.

Esa respuesta me dejó algo confundida, pasamos a la casa y comimos, después vió la televisión con los niños.

- Creo que debo irme, seguro no tarde en llegar tu esposo- dijo

Ahora fuí yo la que rió, - Él no vive aquí, sólo de vez en cuando-

- ¿Eres divorciada?

- No, MArisa. El papá de los niños trabaja demasiado.- dije cortante

Ya había oscurecido, el tiempo pasó volando... y hasta ese momento llegó el cerrajero, cambió la chapa.

- ¿No quieres quedarte? Es tarde y no tan seguro- dije

- Si no te causa problema, está bien- dijo

Le acomodé el sillón, se recostó y se quedó dormida... acosté a mis hijos y después me fuí a mi habitación.

- Si no hubiera sido tan tímida, te hubiera pedido que durmieras conmigo- susurro antes de dormir...

Desde que llegué a la ciudad no pude dormir bien, salía a medianoche por agua tibia para poder tranquilizarme.

Esa madrugada salí, la Luna se filtraba por la ventana e iluminó el rostro de Marisa. Me recordó a ... aquél viejo amor.

De nuevo me recosté, recordé la primer mirada de MArisa que ví... me la recordaba mucho, demasiado.

Por la mañana le ofreci de desayunar, no quiso... agradeció todo y se fue, ahí me percaté que tenía auto.

- ¿Entonces por qué razón se quedó a dormir en la casa?- pensé

REcordé también la frase que dijo... ¿acaso a Marisa le gustaban las mujeres?

Eso debía averiguarlo.

Sólo quería recordar su mirada, era un constante recordatorio de mi mente sobre el amor que perdí y que jampas volvería a tener...

Pasaron varios días, Marisa no se aparecía por ahí.

Ese fin de semana me tocó quedarme sola, fueron de campamento con los niños. Por la tarde sonó el timbre, era Marisa.

- Vine a llevarlos a la feria- dijo

- No están, se los llevó su papá- respondí

- ¿Puedo invitarte a comer?-

Tomé mi bolsa y salimos, subí a su auto y me llevó a un restaurante al otro lado de la ciudad.

- Es mi favorito... siempre me recuerda a mi padre.

- ¿Dónde está?-

- Murió- respondió Marisa

- El mío tambien- dije

ERa obvio que fue lo mejor.

El restaurante era muy tradicional, nos sentamos y ordenamos. Era el colmo, aunque llevaba tiempo viviendo acá no conocía bien la ciudad. comenzamos a hablar sobre nuestras vidas, le dije de donde venía y que me había venido a trabajar aquí.

- ¿Te casaste?- preguntó

- No, verás... él, ya está casado- dije

- No soy nadie para juzgar- respondió

Seguimos platicando más, ella trabajaba en un banco cerca de la casa, era la gerente. Al parecer vivió con alguien por muchos años.

- ¿Estabas casada?-

- No-

- ¿Entonces?

Marisa suspiró- No quise tener familia... al menos yo no, se lo sugerí pero tampoco accedió. Ni ella ni yo queríamos embarazarnos-

¿Ella? ¡Lo sabía! MArisa era lesbiana. Sonreí y supongo que me sonrojé.

- Ves, no te juzgo porque tu puedes juzgarme

- No, no lo hago, Marisa.

Seguimos comiendo, debía decirle a alguien lo que sentía, quizá Marisa me entendería, ella y yo éramos iguales... a las dos nos gustaban las mujeres.

Toda mi vida la sentía cómo una mentira, tener que ocultar a un amor tan grande que jamás olvidaría era lo peor que me podría haber ocurrido.

Joaquín no sabía nada, de hecho mi padre era el único que lo sabía y eso porque me descubrió desnuda encima de ella. Jé, pequeño detalle.

Pero ahora Marisa se me presentaba como una oportunidad, ella me entendería, ella sabría que decirme para que aliviara un poco mi carga que era ya muy pesada... 8 años y contando.

Pero, igual y sólo era una "falsa lesbiana", durante año me he considerado así, no me ha gustado otra mujer y no sé si pueda amar a otra, es dificil cargar con todos los prejuicios de la sociedad.

- ¿Y tú?- dijo Marisa mirándome a los ojos, yo estaba tan absorta en mis comentarios que no la escuche, creo que ella lo notó, sonrió y volvió a decir - Creo que ya terminé, ¿nos vamos?

Asentí con la cabeza, pagó la cuenta y fuímos hasta su auto, la oscuridad de la noche había invadido de repente el paisaje, me abrió la puerta y me senté, me puse el cinturón. Me sentía callada.

Llegamos hasta la casa, Marisa me miró a los ojs

- ¿Te la pasaste mal?- preguntó

- No, no es eso... simplemente salieron algunas preocupaciones-

- Pues bien, me gustaría que aparte de vecinas fuéramos amigas ¿quieres?- dijo emocionada

Sonreí y besé su mejilla, bajé del auto y me fui a mi casa, a mi cama, abracé mi almohada y lloré... así como lo hacía en esas noches cuando me quedaba sola.

Más bien, cuando me encontraba con la soledad que me embargaba.

Por la mañana me despertaron mis hijos, me llenaban de besos y después, Joaquín hizo lo mismo. Él ns llevó a desayunar a tods, mis hijos estaban muy emocionados por su paseo del día anterior.

Pasamos toda la tarde juntos, así pasaba a veces... fingíamos ser una familia, Joaquín me regaló flores y me compró varias cosas en el centro comercial, nada de eso me emocionaba, nunca lo hizo.

Por la noche, los niños se durmieron, los arropé y me fui a la habitación... Joaquín estaba ahí, decidió quedarse... le recordé sobre algunos pagos.

- ¿Ya hay nuevos vecinos, cierto?- preguntó

- Una chica vive enfrente- respondí cortante

- A los chicos parece gustarles-

Silencio... me recosté y el se acercó a besarme, traté de zafarme pero eso no funcionaba.

Así que me dejé llevar. Acostarme con el mismo hombre durante 8 años y no sentir absolutamente nada... Ese sí que era un castigo ejemplar para mí.

Marisa se terminó de mudar la siguiente semana, se la veía muy apurada subiendo cajas, abriéndolas, acomodándolas y después tirando muchas cosas.

A lo largo de esa semana la invitamos a comer en casa, mis hijos la adoraban, resulta que era una mujer bastante tolerante con los chicos, contaba muchos cuentos, reía con ellos y jugaba. La verdad eso me gustaba demasiado, sí... Marisa me gustaba pero me aterraba admitirlo.

Ese Viernes le preparé un postre especial y pensaba dejárselo antes de ir por los chicos a la escuela, me acerqué la puerta y escuché una voz... era de una mujer.

- ¿Ahora estás contenta? ¿Estás segura que vivirás por tu cuenta? ¿Acaso no me extrañas?

Marisa no hablaba, no respondía nada... toqué el timbre, ella abrió.

- Pensé en dejarte esto, lo preparé como un saludo de vecinas- respondí

Marisa me sonrió, probó con un dedo el postre y me agradeció. Después, vi a la mujer que le estaba gritando... no le veía encanto alguno, sólo una penetrante mirada. Me despedí y fuí por los niños.

Cuando regresamos, Marisa no estaba en su casa, de hecho no estuvo todo el fin de semana... ¿lo bueno? Que ese fin me tocaba quedarme con mis peques, fuímos al cine y después al parque.

Ahí fue donde las vi, eran Marisa y la misma mujer de ese día, primero se tomaban de la mano y después comenzaron a discutir. Me fuí de ahí.

¿Quién sería esa misteriosa mujer? ¿Por qué Marisa estaba con ella? Recordé un poco de sus palabras y resonó en mi cabeza la frase "acabo de salir de un compromiso".

¿Y si esa mujer es su ex novia?

Qué dificil, ¿cómo se supone que iba a averiguarlo?

No vi a Marisa por algunos días, no quería molestarla y... no quería incomodarme al verla con esa mujer, ¿celos? No, no lo creo.

Salí esa mañana a comprar, la puerta del estacionamiento se atascó y tuve que empujarla, pero no podía.

- Deja que te ayude- dijo alguien

Acomodamos la puerta y al agradecerle, noté que era la msiteriorsa mujer.

- ¿Eres la vecina de MArisa, verdad?- preguntó

Dije "sí" con la cabeza y le pregunté si quería pasar...

- No, ya no tengo nada que hacer ahí- respondió algo triste- Aunque ahora entiendo porque ella estaba muy renuente a quedarse aquí, eres muy linda-

Se despidió y se subió a un auto, ¿qué hacía ahí? ¿espiaba a Marisa?

ME subí al auto y recordé... "Eres muy linda", el semáforo me sorprendió en rojo, así que volví a pensar en esa frase...

¿Acaso yo tenía que ver con que Marisa se quedara en el departamento? Me sonrojé y sonreí demasiado.

Por la tarde vi a Marisa, al parecer tenía vacaciones en su trabajo y se ofreció para acompañarme por los niños y llevarnos a comer, accedí.

Con Marisa me sentía única, siempre me hacía sonreír y su forma de tratarme era especial, me gustaba... aquellos días los recuerdo con cariño, si fuera algo más ingenua pensaría que ella... me estaba coqueteando.

Claro que no, ¿cómo podría fijarse en alguien como yo?

- ¿Podemos invitar a Isa a mi cumpleaños?- dijo mi hijo el menor

- Claro mi amor- miré a Marisa- le haremos una pequeña fiesta en el edificio, es su cumpleaños... pero es fiesta de disfraces- dije riendo

- Mamá será una princesa- respondió mi hijo el mayor

Me sonrojé un poco... Marisa me miró y tenía una sonrisa que no supe explicar bien.

- Pero claro que iré, no dejaría a esa princesa sola... por nada- dijo

Me quedé callada y completamente roja.

Preparar una fiesta no era sencillo, pero con todo mi tiempo libre... lo logré, bueno...debo agradecer a Marisa por su ayuda.

- No creo que estas sean las vacaciones que pensabas- dije apenada, ella me llevaba a una tienda de difraces.

- ¿Bromeas? Adoro planear fiestas, sobre todo si son infantiles... tus hijos son especiales para mi- dijo

Llegamos a la tienda, buscaba el disfraz para mis dos hijos... de repente ella se acercó con un vestido hermoso, así es... era de princesa.

-Odio el rosa- le dije odiosa

- También está en verde, lila y ... azul- dijo guiñando el ojo.

Accedí medirme el azul, me miré al espejo y no me veía tan mal. Salí, ella me vió... sonrió y me pidió que diera una vuelta.

- Toda una princesa- dijo y me tomó de las manos, nos quedamos mirando un rato y luego me separé.

- Entonces, también me lo llevo- respondí

La fiesta estaba ya casi lista, al parecer Joaquín estaría ocupado así que contraté algunos meseros y un cocinero, al menos que su dinero siviera de algo.

El gran día llegó, acudí temprano al salón a que me peinaran y maquillarán, después me pusé el disfraz. Me veía realmente linda y el vestido me recordaba a Marisa.

Los primeros invitados llegaron, todos me decían lo linda que me veía... Y de repente, ella llegó.

- Marisa- dije, lucía un traje en el mismo tono que mis vestido, un pañuelo en la solapa, de color azul, y me entregó una rosa (también azul).

- Te dije que no dejaría sola a esta princesa, seré tu príncipe- respondió

Su cabello estaba recogido y su aspecto era ambigÜo, tomó mi mano y la besé... después corrió a abrazar a mi hijo.

Y durante algunos momentos, fuí la más feliz... imaginaba que en verdad Marisa podría ser mi "príncipe", podríamos tener una familia feliz... miraba a Marisa, de repente dejé de verla, mi mente comenzó a proyectar a ese amor... ese amor olvidado, perdido.

Una lágrima corrió por mi mejilla, subí al departamento y me acomodé un poco el maquillaje.

- ¿Pasa algo?- era MArisa, me había seguido.

Me levanté y la abracé, quería gritarle todo... quería...

Sólo sentí sus labios en los míos...

¿Qué había pasado? ¿Marisa me estaba besando?

Me separé y salí de mi habitación, ella me detuvo tomándome de la muñeca.

- Lo siento, yo no... en verdad, lo siento- dijo

- No te preocupes, sólo estoy... confundida- respondí

- Lo sé, seguro amas a tu esposo y ...

- ¡No!- grité - Él no me interesa nada- otra lágrima corrió por mi mejilla- No entiendes nada, MArisa.

- Pues entonces dime, ¿a qué se debe ese tono triste en tu mirada? ¿a quién le dedicas esos supiros? ¿por qué no eres feliz?-

LA miré... de repente alguien tocó la puerta, me metí al baño y Marisa abrió...

- Está en el baño, ese vestido es un completo desastre para cuando tienes necesidades- esa era la voz de Marisa.

- Seguro eres Marisa, la nueva vecina... soy Joaquín- esa voz era de... Joaquín.

Salí del baño, Joaquín me miró y me besó - Te ves hermosa- dijo

- Marisa lo escogió- respondí malhumorada

- Tienes un gusto exquisito- le dijo Joaquín

- El vestido no es nada, la modelo se lleva todo el crédito... es verdaderamente hermosa- respondió MArisa coquetamente, pero a Joaquín no pareció importarle.

Resulta que siempre sí pudo venir a la fiesta, se quedaría esa nochey seguro buscaría quitarme el vestido a como diera lugar...

¿Alguna otra sorpresa?

Ah sí, por la noche... aquella misteriosa mujer entró al edificio, bueno... iba tomada de la mano con Marisa, al parecer, se quedaron a dormir juntas.

¡Vaya fiesta!

¡Vaya beso!

Evité a Marisa, me quedé molesta con lo de esa misteriosa mujer en su departamento... Sí... ¿acaso después de besarme ella se revolcaba con esa?

Está bien, yo también hice lo mismo... pero yo no decidí acostarme con Joaquín, era una especie de obligación si quería seguir viviendo ahí con mis hijos. No tenía nada más.

Pero tanto evitarla no funcionó de nada, esa mañana fue a mi casa y me ofreció una disculpa por no ayudarme.

- No te apures- dije algo molesta

- ¿Estás enojada?- pregunto

- No, además... no creo que debas estar aquí, aquella mujer puede enojarse-

- ¿Estás celosa?- preguntó riendo

- Claro que no- dije frunciendo el ceño

- Me pasa lo mismo que contigo, no puedes dejar a Joaquín y yo no puedo dejarla- contestó

- O sea que ella...

- Sí, es mi esposa... nos casamos hace como 7 años, pero conforme pasó el tiempo... ella ya no fue la mujer de la que me enamoré, nos han psado muchas cosas, aún así... seguimos apegadas y ella no tiene a nadie más que a mí. Tú tienes a tus hijos... al menos.

No dije nada, era algo raro, me sentí prejuiciosa, egoísta.

Le ofrecí una taza de café.

Marisa, hay algo que quiero decirte...

Y ahí fue cuando comencé a contarle la historia sobre mi viejo amor, sobre lo que vivimos, cuando solíamos estar juntas... le conté todo, incluyendo lo que sentía, la frustración y apatía que me embargó a partir de ahí.

Marisa escuchaba atenta, no decía nada... al final no soporté más y lloré, amargamente... sin pena, ella me entendía a la perfección, ella entendía el amor que sentía por esa mujer.

- Debes buscarla- dijo Marisa - De lo contrario, no podrás cerrar ese círculo.

- ¿Pero, cómo?- pregunté

- Yo te llevo, nos llevamos los niños y le decimos a Joaquín que fuiste a ver tu mamá, ¿quieres?-

Sonreí y accedí, el viernes los chicos no tendrían clase, era el momento perfecto...

La volvería a ver... ahora sí, para despedirme.

Las horas mpas tortuosas de mi vida, Marisa nos llevó a mi pueblo natal.Veía los minutos pasar, mi impaciencia se incrementaba cada vez que nos acercábamos más a nuestro destino.

Las dudas me invadía, ¿qué había sido de ella? Una pequeña pero ardiente esperanza de terminar feliz con ella, guardaba paciente en mi pecho, era esa esperanza la que me hacía seguir adelante... Acaricié la foto que llevaba en mi bolsa... Marisa se notaba muy callada.

Llegamos, le indiqué donde era la casa de mi madre y ahí nos estacionamos, salió un hombre que no reconocí hasta que me saludó. Al parecer mi padre le había dejado la casa a uno de sus sobrinos con la condición que cuidara a mi madre, así lo había hecho todos estos años.

Entramos a la casa, ahí estaba mi madre... noté su sonrisa irónica, la abracé sin quererlo mucho y le presenté a los niños, nos pidió que nos quedáramos a comer y accedí... ya que ahí dejaría a los niños en lo que hacía mi busquéda.

¿Cuál sería el primer lugar donde buscar? Claro, aquella casa donde viví con ella los mejores años de mi vida, entré al terreno y aún se mantenía en pie la casa, me acerqué y las lágrimas salieron... Tantos recuerdos me invadían, tantas palabras, besos, caricias... esas sensaciones que jamás volví a sentir.

Caminé un poco más, me asomé por la ventaba y vi que estaba habitada.. ¿por quién?

Recordé aquella vez, la última vez... esa noche lluviosa, ese adiós que no se debió de haber pronunciado...

Di la media vuelta y ...

- Sabía que volverías- dijo aquella persona que estaba frente a mí...

No pude decir nada...

- ¿Tú?- susurré... durante los primeros segundos me costó darme cuenta que ella estaba frente a mi, ese amor que había dejado ahí se presentaba frente a mi.

No supe si abrazarla, besarla... además no podía moverme, me quedé pasmada.

- Siempre supe que volverías ¿pasamos?- dijo y se acercó a abrir la puerta

Entré a nuestro antiguo hogar, las imágenes vinieron a mi mente... tanta felicidad, tanta dicha en ese pequeño espacio, todo lucía diferente, ella ahora vivía ahí...

No dijimos nada por instantes, ella pusó el té y me ofreció una taza, me senté y sólo bebí lentamente, ese calor escurría por mi garganta y el sudor frío de mi frente hacía buen contraste.

-¿Eres feliz?- esas palabras salieron de su boca

- No, siempre te extrañé- dije

- ¿Son tus hijos? Esos niños que están en casa de tu madre- dijo

- Sí, pero no me casé... siempre te seguí esperando-

- Y esa mujer ... ¿es tu...?

Recordé a Marisa, me sonrojé y sonreí - No, ella es una amiga-

Seguí bebiendo té y apreciando las paredes, una fotografía llamó mi atención, era ella y otra chica... lucía como una foto de bodas, la chica misteriosa llevaba un vestido blanco y ella la rodeaba por la cintura.

- Yo no te esperé, sabía que todo estaba perdido- diji fría y creo que en ese momento me mató.

Miraba fijamente esa fotografía en la pared, evité llorar a toda costa... ¿acaso no era obvio? Ella siguió su vida adelante.

- Debo ... irme- dije con la taza entre mis manos, tembalaba demasiado.

- Espera- dijo ella y tomó mis manos... depositó algo.- Ya no la necesito, ya no vivirás más en mi-

Era aquella fotografía de nuestra juventud... Salí de su casa y me dirigí a la casa de mi madre.

- Nos vamos- le dije a Marisa, tomé a mis hijos y me despedí de mi madre.

Subimos al auto, miré las dos fotografías, la corté en pedazos y las arrojé por la ventana...

- Adiós... para siempre- susurré... Esas palabras no solo era para mi madre o para mi pueblo... Era para ella, a quién amé tanto...

Como todo, siempre hay un principio y este... era el final.

¿Quién dijo que el amor era eterno? Eso es una mentira.

Mi realidad se mostraba desalentadora, hubiera deseado que ese amor estuviera muerto... así podría quedarme con bellas palabras y recuerdos, en cambio... me quedé con sus palabras más duras, las más frías... la del adiós verdadero.

Cada día lucía igual al anterior, mi vida dejó de tener un color... la esperanza había muerto para siempre y al fin comprendí mi destino: acostarme con el mismo hombre toda mi vida y criar a mis hijos... Ese era mi futuro.

Marisa se tornaba amable, no me preguntó jamás sobre lo que viví aquella tarde, creo que esperaba que se lo dijera. Pero no lo hice.

Joaquín me notaba diferente y le dije que no me sentía muy bien, que si se podía llevar a los niños a su casa y accedió...

Mi soledad, debía aprender a disfrutarla... era lo único que tenía.

- ¿Y los niños?- me preguntó Marisa, me la encontré en el pasillo y vió que estaba de salida

- Fueron de vacaciones con su padre- respondí fría

- ¿Ya comiste?

- No, tengo que ir por algo- respondí grosera

- ¿Qué pasa?- preguntó Marisa, estaba consternada- No eres ni la mitad de aquella mujer que conocí

"Así quedé después de que mi otra mitad se fue."- pensé

- ¿Quieres acompañarme a beber, Marisa?

Ella sonrió y fuímos a comprar cervezas y mi eterno compañero... el vodka.

Aquellos primero tragos pasaron en silencio, creo que nunca había bebido demasiado. Era muy inútil para muchas cosas.

Sentía la mirada de Marisa, la evitaba a toda costa... Tomé un cigarro y lo encendí, dentro de mi mente las ideas provocaban un huracán, palabras que no me atrevía a pronunciar, se estaban convirtiendo en un dolor insoportable.

- Estoy lista para hablar- dije y... mi voz se quebró, lloré mientras bebía más, mientras fumaba... mi gargantaba se desgarraba entre cada sollozo y el alcohol parecía mitigar el ardor.

- No creo que vuelva a amar- le dije a Marisa- no creo que vuelva a sentir esa conexión, no puedo creer que mi vida haya terminado aquí, que mis esperanzas hayan terminado... No puedo creer lo sola que me encuentro, lo vacía de mi existencia...

- No digas eso- susurró Marisa.

Seguí bebiendo, no quería saber más... mi vida estaba terminada.

- Eres muy afortunada- dijo Marisa- tienes unos hijos hermosos, eres joven aún, eres muy hermosa ... puedes hacer de tu vida lo que quieras, puedes cumplir los sueños que deseas... puedes amar una y otra vez. Puedes hacer que cualquiera se enamore de tí... inclusive... yo.

Silencio total.

Cerré los ojos, sentí aquel calor que emanaba de la boca de Marisa, esos labios que ya había conocido antes se acercaron de nuevo a los míos, invadieron esa intimidad y me dejé llevar... este beso duró más, nuestros labios y lenguas quisieron jugar un poco más... las manos de Marisa comenzaron a recorrer mi cuerpo y... la detuve.

- No puedo, lo siento- dije y corrí al baño, estaba mareada y fui directo a vomitar.

Al salir, Marisa ya no estaba, ni siquiera terminó su cerveza...

Me recosté en mi cama y dejé que me perdiera en los sueños, en esas palabras tan irreales de Marisa...

- Inclusive yo también... podría enamorarme de tí, Marisa- baluceé antes de dormir.

Un terrible zumbido me despertó de repente, tuve la necesidad de ir corriendo al baño. ¿Con qué eso era una resaca? Me sentía morir.

Llegué a la cocina y bebí toda el agua que pude, rogaba por no vomitar de nuevo. El timbre sonó de repente, fuerte... ensordecedor. Corrí a abrir de mala gana, era Marisa. Traía bolsas y una sonrisa extraña.

Recordé la noche anterior, los besos... las caricias que detuve y...

- Hola MArisa- dije algo desganada

- ¿Te sientes morir? Traje barbacoa y consomé... lo necesitarás-

La invité a pasar, me senté en la mesa mientras ella acomodaba todo, limones, salsa, platos... abrió la comida, olía exquisito. Me sirvió un plato grande de consomé y lo devoré, me sentía fatal.

- Jamás habia tenido resaca, nunca he bebido tanto- dije apenada- Ni siquiera te depediste anoche-

- Yo... bueno, no podía quedarme. Pero, ya estoy aquí-

Supe a que se refería, supe que su esposa estaba en su departamento.

- ¿Está ahí contigo?- pregunté

- No, se fue hoy por la mañana- respondió mientras se servía un taco, no me miró para nada.

Comí con algo de incomodidad, está bien... eran celos. ¿Por qué? Pues porque Marisa me gustaba demasiado, no me había fijado en otra mujer. Recordaba sus palabras, ¿acaso era posible que ella sintiera lo mismo?

Mis ojos se abrieron de emoción y de repente la realidad llegó... Yo tenía a mi hijos, a Joaquín... ella tenía a su esposa, bastante dependiente y , por lo que supongo, estaba enferma.

Después de comer, Marisa propuso ver una película, nos recostamos en mi cama y miramos la tele... sentí su mano rozando la mía y... la tomé (obvio hablo de su mano Já)

La miré por unos minutos a los ojos, acaricié su cabello y le sonreí... después besé la punta de su nariz y... sonó el timbre.

- ¡Mami!- gritaron al unísono mis hijos, los saludé y besé... Joaquín me besó y se fue...

Mis niños corrieron a abrazar a Marisa, se acostaron junto a ella y vimos la película.

Llegó el momento de despedirnos, sólo bese su mejilla y ... callé todas mis palabras. Entre ellas una que dictaba: "Quédate..."

¿Saben que es lo peor después de saber que te gusta alguien? Descifrar si le gustas... bueno, era obvio que Marisa quería algo conmigo, esos besos no eran gratis ¿ o sí?

Pero, había enormes peros... los míos eran mis hijos y su padre, aunque él no sabía nada sobre mi pasado lésbico, no me parecía oportuno decirle nada.

Y bueno, Marisa estaba casada... su esposa iba a su casa muy a menudo y ... ¡Sepa Dios lo que hacían a solas!

De nuevo estaba celosa... Comenzaba a odiar lo que me hacía sentir Marisa. En realidad no... se comenzaba a gestar una nueva esperanza.

Traté de esquivarla, pero a veces la encontraba en la escalera... nos saludábamos y seguíamos como si nada, a veces iba su esposa...

Esa noche la encontré sentada en uno de los escalones, me acerqué a ella y noté que lloraba, se levantó y me abrazó muy fuerte... sentí todo su calor alrededor mío, cerré los ojos y me dejé llevar por lo que sentía... ese temblor que me recorría el cuerpo, quería desvanecerme entre sus brazos, que me cargara y me llevara a su casa... y...

Abrí los ojos algo apenada, que bueno que Marisa no podía leer mi mente.

- Me siento atrapada- susurró llorando, hasta ese momento noté que llevaba un sobre en las manos, lo tomé y lo leí... era la demanda de divorcio.

- ¿Se la vas a dar?- dije sorprendida

- No puedo... quizá ella moriría de pena, ¿ qué debo hacer?

- Si la amas, quédate con ella... quédate con la mujer que te haga feliz.

Nos separamos y me miró a los ojos, me besó repentinamente y me azoté contra la pared, le seguí ese beso... ella acariciaba mi cuello, mi nuca... yo cerré los ojos y me dejé llevar.

- Tú eres esa mujer- dijo

No pude responder nada, sentí el mismo temblor en mis piernas y tropecé con un escalón... ella me detuvo.

- Tengo que ir con mis hijos...

- Espera- dijo- Me gustas, me gustas demasiado y eres la razón por la que titubeo tanto, si le doy esta demada, ella se quedará con la casa, tendré que alejarme de ti y yo no quiero eso...

La miré a los ojos, acaricié su rostro... - Entonces, vamos a conocernos más... entrega esa demanda hasta que estés lista- dije

Volvimos a besarnos en las escaleras, por un buen rato... tuve que separarme y correr a mi casa.

La noche siempre era nuestra fiel protectora, besos fugaces en las escaleras del edificio... abrazos que quería no terminaran jamás.

Fue difícil, a veces la esposa de Marisa se quedaba en su casa, yo tenía que cuidar a mis hijos y... el conocernos parecía no salir del todo bien.

Además, había algo que me incoodaba un poco ¿quería dar "el siguiente paso" con Marisa?

Intriga total.

Pasaron un par de fines de semana y me pude quedar sola (¡Al fin!) Invité a Marisa a comer, a ver películas y.. bueno, ya veríamos que pasaba.

Fue un momento tan mágico, ambas conviviendo felices... besos más apasionados, comida en la cama, películas cursis... tomándonos de la mano, besos más prolongados, mi blusa siendo desabotonada... Marisa bajando su boca por mis hombros, bajando mi sostén por mis senos... cubriendo mi pezón con su boca.

¡Ah!- exclamé quedo...

-¿Estás bien?- dijo alarmada

- Sí, bueno... no sé, ¿estamos listas para esto?

Rió un poco - Por favor, tenemos más de 30 años... es obvio que estamos listas, ¿acaso no quieres?

Me incomodé un poco, me separé y acomodé mi sostén... -Sólo he estado con una mujer y... bueno, siempre fue mágico. Quiero que contigo sea de igual forma... - la besé en la frente- Lo siento.

Noté el enojo de Marisa y me sentí mal, ¿debía acceder a algo que no quería?

El timbre de mi casa sonó, fuí a abrir...

- ¿Está Marisa aquí?- era... su esposa

Y así terminó ese día de magia, la esposa llevó a Marisa a su casa y ya sólo me mandó un mensaje de que la disculpara.

Me recosté en mi casa y acaricié mis hombros... sentía muy precipitado lo que pasaba con MArisa, me sentía tonta por andar con una mujer casada...

- ¡Bah!- exclamé y decidí dormir, eran suficientes emociones por un día.

El Domingo de nuevo llevó de desayunar Marisa, mi molestia no pasaba desapercibida y ella no dijo nada.

- ¿Por qué no sólo la dejas?- dije

- Lo mismo te digo con Joaquín- ¡Zaz! el primer golpe bajo

- Yo tengo hijos... y... ya- me dejó callada

- Yo tengo deudas con ella.

- ¿Qué? Ni siquiera tienen hijos... - dije algo burlona

- Por mi culpa- susurró Marisa - Creo que es momento que te cuente mi historia- dijo solemne

Y Marisa comenzó a contarme como la había conocido, su esposa era una excelente cirujana, se enamoraron desde el principio y se amaban... en verdad lo hacían, cuando decidieron dar el gran paso de casarse, todo se volvió frio entre ellas, había peleas, discusiones y hasta infidelidades. Pero, el plan de la esposa de Marisa era el tener una familia feliz, una esposa fiel, una casa hermosa y una hija adorable. Aunque no podía ser así, al final convenció a Marisa que lo intentaran... y emprendieron la búsqueda de una bebé...

1, 2, 3, 4 intentos... La esposa si queaba embarazada pero los perdía a las pocas semanas, su ginecóloga le dijo que era casi imposible, su matriz no soportaba un embarazo. Eso la devastó.

5 intento, lo imposible parecía funcionar... dejó de trabajar, se quedó bajo los cuidados estrictos de la médica, pasaron 4 meses y parecía que lo lograrían...

Hasta esa tarde... un dolor intenso, un sangrado repentino y fue directo al hospital, otro bebé perdido... tuvieron que removerle el útero... tuvo que decir adiós a sus sueños.

Marisa se sentía culpable, eso es lo que la ataba a su esposa ya que esta dejó de tener una esperanza de vivir, perdió su felicidad... perdió todo, Marisa dejó que las cosas tomaran un rumbo distinto, pero no lo consiguió... entonces buscó una casa y fue a vivirse allá. Pero la culpa es un lastre pesado, la esposa volvió a buscarla y la recibió.

Pero ya no se amaban, ya no eran compañeras de vida... ahora sólo compartían una culpa, una esperazana perdida, un sueño destrozado y las frustraciones que eso conllevaba.

Contuve el llanto, imaginé el dolor tan profundo de la esposa de Marisa, recordé mis embarazos tan felices, sentir a mis hijos dentro de mí... darles vida, debía de ser fatal no poder dar vida.

Después de su historia, nos embargó el silencio a amabas y MArisa se soltó a llorar amargamente, su esposa tenía una profunda depresión de la cual no saldría jamás, estaba enferma... y no del cuerpo, sino del alma, Marisa se sentía responsable de eso y por ello aún seguía con ella.

- Lo lamento- susurré y la abracé, sentía las lágrimas de Marisa caer en mi cuello, evité llorar...

Creo que las cosas se tornarían algo diferentes a partir de ahora.

No pude ver a Marisa igual, había un dejo de lástima en mi mirada... una compasión extraña. Ella lo notó.

Los besos fueron desapareciendo, me dediqué a mis hijos y... por primera vez sentí empatía por la esposa de Marisa, yo también tenía esperanzas rotas, sueños destrozados y una vida que no me satisfacía.

Recuerdo ese Viernes, los niños se fueron de viaje con Joaquín, eran vacaciones de verano y siempre se iban con la esposa de su papá.

- Hola- escuché, era Marisa con unas bolsas de super... yo iba bajando, quería tomar un trago en el bar cercano. - ¿Quieres salir a comer?

- En realidad iba por un trago, ¿vienes?- dije

Marisa sonrió, sacó algo de la bolsa... era vodka - ¿Y si mejor vamos a mi casa?- preguntó

- Pero...

- Tranquila, no vendrá... a veces desaparece por semanas

Sonreí y fuímos a su casa, preparamos algo de comer y después bebimos, esta vez no mucho...

- Tu mirada ha cambiado - me dijo

No respondi nada, se acercó a mi y me besó apasionadamente... comencé a llorar, ella me abrazó.

- ¿Qué es lo que quieres de mi?- dije entre sollozos

- Te quiero a ti.

- Pero, ¿de qué manera, Marisa?

- De la manera en que te quiero... en que te adoro, en que te deseo... en que te... amo.

La besé más fuerte, esta vez la recosté en el sillón y seguimos con besos caricias, me aparté y... comencé a desabotonar mi blusa, Marisa me ayudó con el resto de la ropa.

¡Ah! Hacía años que mi cuerpo no vibraba de esa manera, me sentí completamente cómoda entre sus brazos, sus piernas, sus labios... su boca.

Realmente perdí la noción del tiempo, del espacio... sólo sentía a MArisa embestirme con sus dedos, provocando mi humedad y fijando su mirada en mí, regalándome sonrisas discretas, besos apasionados.. calientes, humedos.

La fatiga fue la que nos venció, nos quedamos dormidas en el sillón, sudadas, exhaustas, jadeantes... mi cuerpo aún se estremecía con pequeños espasmos que eran consecuencia de aquellos muchos clímax que alcancé esa noche.

Al despertar miré el rostro de Marisa, lo acaricié y besé... ella sonrió.

- Creí que todo era un sueño- dijo

- Oh no, todo fue una hermosa realidad...

- ¿Fue? ¿Por qué no lo convertimos en un "es"?

Volvimos a besarnos y... bueno, ya saben lo que pasó después.

Semana insaciable de sexo con Marisa, en mi casa, en su casa... por la mañanaa, tarde, noche , madrugada... en la cocina, sala, recamara, baño.... ¡Uf! de todas las maneras posibles.

Después de ese "te amo", no volvió a decirlo... quizá porque mi respuesta fue entregarme a ella y en ningún momento le dije "yo también" o algo así...

Mis hijos llegaron, los recibí contenta entre mis brazos y... bueno, Joaquín también estaba ahí. Nos llevó a comer, se portaba cariñoso conmigo y... yo quería estar lejos de él.

Esa noche se quedó en casa, quería tener sexo pero... por primera vez, dije que no. Se molestó y se quedó dormido, yo no quería acostarme más con él... no después de redescubrirme.

Una vez que se acabó el viaje de mis hijos fue aún más imposible verme con Marisa, solíamos escabullirnos en la azotea, había una pequeña bodega y ahí soltábamos toda la tensión sexual que existía entre nosotras.

- ¿Es sólo sexo?- preguntó

- No, Marisa, no... ¿por qué piensas eso?- dije algo asombrada

- ¿Qué sientes por mí?

- Yo... no lo sé- respondí incómoda y salí de la bodega rumbo a mi casa.

Confusión, confusión y más confusión y para colmo, Joaquín frecuentaba la casa por las tardes, comía con nosotros y a veces se quedaba a dormir.

- No, Joaquín... ya no quiero-

- Pero yo sí- dijo

- Para eso tienes a tu esposa- respondió enojada

- Pronto ya no la tendré- respondió y de nuevo se quedó dormido

¿Qué demonios significaba eso?

¿Acaso mataría a su esposa o algo así?

Me reí de lo que pensaba, ojalá esa risa hubiera servido para lo que se venía.

¿Qué sentía por Marisa? Era la duda recurrente en mi cabeza... cada cita fugaz en la bodega la notaba más incómoda y... decidí afrontarla.

Subía decidida las escaleras, cuando alguien me llamó... Era... Joaquín. Traía unas maletas y unos trajes en la mano.

- ¿Qué haces aquí?- pregunté asombrada

- ¡La dejé! Vine a vivir con ustedes, mi familia... mis hijos y mi mujer.

Y ¡oh sorpresa!, Marisa venía bajando las escaleras. Nos saludó y se metió a su departamento.

¿Qué? ¿Joaquín en mi casa? Bueno, era su casa...

Discutimos en la habitación, le decía lo raro que era y las consecuencias que podría tener si se divorciaba, le pedí que recapacitara.

- Pero yo quiero estar con ustedes, no me importa nada más...- dijo

- Piensa en tu esposa- respondí

- Ahora quiero que tú seas mi esposa-

- ¿Qué? ¡Claro que no!

- Pareciera cómo si no quisieras estar conmigo- dijo algo triste

¿Parecía? ¡Es exactamente lo que sentía! Yo jamás quise estar con él, fue mi única solución a todo el problema de mi juventud...

- Te amo- susurró

- Lo lamento, yo no...- me besó y yo, no sentí.

"Yo no puedo amarte..."- pensaba- "No puedo amarte porque amo a MArisa..."

Si despertar sola, en una vida que no me satisfacía me parecía un tormento, ahora añádanle desperat junto a un hombre que no amabas, pero tenías que acostarte con él por el bien de tus (y sus ) hijos y para que tú pudieras seguir teniendo una casa.

Simplemente desolador, por más que traté de no acostarme con él , de nuevo cedí ante su insistencia y presión... cada vez era más duro, cada vez me sentía más sucia y me perdía lentamente en una desesperanza.

No había hablado con Marisa desde hace ya 3 meses, el tiempo que Joaquín llevaba ahí, a veces la saludaba en el pasillo o en las escaleras pero eran unas 3 palabras nada más, de esas veces que quisieras decir tanto, cuando las palabras las tienes en la boca pero no puedes decir nada. Sólo le sonreía y agachaba la cabeza.

Eso era aún más devastador, después de darme cuenta lo que verdaderamente sentía por ella... ya no pude hacer más.

- ¿Sabías que Marisa está casada con una mujer? - dijo Joaquín una tarde mientras íbamos de camino por los niños.

No respondí, así que él siguió...

- No quiero que se acerque a los niños, no sabes que clase de personas sean...

- No eres nadie para juzgarles, Joaquín. Son mujeres, se aman y por eso se casaron...

Ahora él se quedó callado por un momento, volteó a mirarme y acarició mi rostro, el semáforo estaba en rojo.

- ¿Cómo que siempre has tenido una buena amistad con mujeres, no?- rió sarcásticamente.

- ¿Cómo supiste lo de Marisa?- pregunté curiosa

- Me encontré por casualidad con una mujer y su maleta afuera de la casa, se veía algo cansada y me ofrecí a ayudarla, me dijo que venía con su esposa y le dije que entonces éramos vecinos. Al parecer vino para quedarse, esa maleta ¡Sí que pesaba mucho!-

Odiaba ese tono de Joaquín, como si estuviera contando una gran hazaña... conforme pasaban los años me fue pareciendo pusilánime, perdedor... indigno para estar conmigo, no niego que era un buen padre y seguro buen esposo (para su esposa), pero a mi me hastiaba.

Y con respecto a Marisa, bueno... era evidente que ella no esperaría por mi toda la vida.

Llegó el Invierno, admito que nunca lo pasaba con Joaquín ( a veces ni con los niños).

Haciendo un recuento de mi vida, nunca había sido completamente feliz, si amaba a mis hijos, pero no estaban en mis planes, ni Joaquín, ni la ciudad... Ni Marisa, ¡Ah, Marisa!, su llegada, sus besos, sus caricias, sus orgasmos... ella me hacía vibrar, encendía algo que creí extinto: la pasión y deseos por vivir.

Aunque Diciembre me inspiraba, me sentía conmovida por el ambiente de paz y amor entre toda la gente, así que entré a organizar una posada junto con los vecinos de la Colonia, me tocó cocinar los bocadillos (que no es por nada pero me salían buenísimos).

En la junta de vecinos de la Colonia me sorprendí al encontrar ahí a Marisa, se ofreció a adornar la calle y... sólo la miré sonriendo, estaríamos juntas en algo.

- Mis padres vienen a la ciudad- me dijo Joaquín acercándose a la cocina, no le presté atención... así que continuó diciendo:

- Quiero... presentárles a los niños, que conozcan a sus abuelos y...

- ¿Fingirás tu familia feliz? ¿Llevarás a tu esposa? ¡Qué divertido!- dije sarcástica

- No sé que es lo que quieres- gritó Joaquín - Ya te pedí que te cases conmigo, que seamos una familia con nuestros hijos... pero tú no quieres, ¿entonces por qué te molesta que vaya con ela?

- No me molesta- respondí - Puedes ir con quien quieras, donde quieras... sólo te pido que cuides mucho de los niños.

Seguí cocinando, escuché a Joaquí sollozar... cerró de un portazo la puerta de la recamara.

¿Acaso me portaba mal con él? La verdad no me importaba conocer a sus padres, no me importaba que se llevara a los niños... yo quería que se fuera, que siguiera con su esposa que realmente lo amaba porque yo no podía... no podía amar a nadie.

A veces preferiría sólo desaparecer...

Joaquín se llevó a los niños, ya eran vacaciones de verano y fueron de paseo por todo el país, los padres de Joaquín eran adinerados pero no se veían desde hacía años.

Me quedé sola en el departamento, salí a comprar las cosas para los bocadillos, de regreso me encontré a Marisa... yo iba subiendo y ella bajaba.

- Hola- susurré

Se acercó a ayudarme con las bolsas y subimos a mi departamento, acomodé las bolsas en la mesa.

- Supe que estás sola- dijo MArisa.

Se acercó detrás de mi y rodeó mi cintura... sentía su respiración en la nuca, después depositó un beso en mi cuello y... todo se encendió en mi. Marisa no dejaba que volteara, seguía besandome el cuello y la nuca, acariciando mis caderas y mis nalgas... mientras subía mi falda.

- Marisa- dije jadeante, sentí que ella por su cuenta se había encaargado de encontrar mi humedad... me recargó en la mesa y comenzó a embestirme con el movimiento de sus dedos.

-Marisa- susurré aún más jadeante, llena de placer y a punto del éxtasis, sentía su cuerpo empujarme, sus manos jalandome el cabello, mis senos golpeando la superficie de la mesa y mis gritos que indicaban lo que acababa de pasar. Liberación de todo.

Se separó de mi cuerpo, al fin giré y la besé... quería besarla una y otra vez... sonreí, ella me correspondió. Fuimos a la cama y lo hicimos de nuevo una y otra vez.

La madrugada nos sorprendió, acariciaba su cabello, lo acomodaba detrás de su oreja y... dijo

- ¡Vámonos de aquí!

Tuve un dejavú, esas mismas palabras, ese mismo sentimiento de impotencia, de estar entre la espada y la pared.

- ¿Y mis hijos?- pregunté

- Se pueden ir con nosotras, sabes que los adoro... puedo trabajar y mantenerlos a ustedes tres. ¡Vámonos!- volvió a repetir

- ¿Y tu esposa?- dije con cierto reproche

Marisa me miró molesta, se levantó de la cama y se vistió...

- ¿Por qué no solo pudiste haber dicho que sí?- gritó antes de irse... solo escuché el portazo.

ME acurruqué aún desnuda en la cama, me puse a pensar sobre la propuesta de MArisa, recordé que hace tiempo me habían dicho lo mismo pero bajo otras circunstancias y que por esa decisión mi vida ahora estaba en este punto.

- ¿Decir que sí? Estoy que me muero de miedo- pienso antes de dormir... esas palabras me gustaría que Marisa las entendiera.

La posada estaba próxima y el estrés por hacer los bocadillos me invadió, así que no pensé en Marisa (tanto).

Todo quedó hermoso, bajé a dejar las cosas ... Marisa adornaba la entrada del edificio.

- Hola- dije y ella respondió.

- ¿Estarás sola hoy?- pregunté

- Ajá-

- ¿Entonces quieres venir conmigo... a la posada?- pregunté sonriendo, Marisa sabía a lo que me refería.

La posada llegó, mucho color, comida, baile, piñatas y... Marisa acariciando mi mano, el frio era una cosa horrible... los dedos se me entumieton y tuve que irme a dormir temprano.

- ¿Te acompaño?- dijo Marisa y accedí.

Entramos y fuí directo a la habitación, me cubrí con muchas cobijas y sobabab mis pies, Marisa había preparado chocolate caliente y lo bebía a pequeños sorbos.

- Deja calentar tus dedos- dijo y tomó mis pies, sonreí... sería linda una vida a lado de ella, con masajes de pies, chocolate caliente y pura felicidad. Felicidad de la buena.

Cerré los ojos por un momento e imaginé como sería eso... de repente sentí los labios de Marisa calentando los míos, el calor de su cueró me indicó que me recostara y aún con los ojos cerrados sentí como Marisa me besaba el alma.

Besos, besos, besos... solo eso, cerraba los ojos como queriendo no despertar de esa felicidad, creía que era un sueño... creía que todo se esfumaría si los abría.

Pero, los abrí... me encontré directo con los ojos de Marisa, aquel hermoso par que me había enamorado.

- Te amo, Marisa- dije decidida

Ambas nos miramos, seguimos con los besos y con pequeños sollozos, esas lágrimas que no puedes contener cuando estás tan contenta, tan dichosa... tan completa.

Un hermoso sueño, eso es lo que era...

Las semanas previas a Navidad, Marisa decidió quedarse conmigo y preparar la celebración juntas. Así es, pasaríamos juntas esa fiesta, amanecíamos juntas, ella estaba ahí conmigo... ahí para mí.

Los mejores días de mi vida, esa era una vida de verdad, estar con la persona que amaba, sentirme, vivirme, compartirme... amarme junto con ella, perderme en sus besos, en sus miradas, en sus abrazos mientras veíamos televisión.

Y NocheBuena llegó, el calor de un hogar de verdad... ni extrañaba a mis hijos, mucho menos a Joaquín.

Marísa corrió a llevar al pavo para que lo hornearan, yo preparaba la sopa y las salsas... adornaba la casa.

- Espero que no me cierren la panadería- dijo antes de irse y dare un enorme beso.

Yo seguí adornando, mientras la sopa se cocinaba... el timbre sonó, seguro había olvidado sus llaves.

- Descuidada- dije mientras abría y... no era Marisa.

- ¿Está Marisa?- era su esposa, se veía delgada, demacrada... pálida.

- Acaba de salir...- dije, hubo un silencio incómodo y terminé invitándola a pasar.

Cocinaba mientras ella se quedó sentda en una de las sillas, sentía su mirada y no sabía que hacer, rogaba por el regreso de Marisa.

1,2, 3 horas... la puerta se abrió y lo primero que noté fue la sonrisa de Marisa y una enorme caja

- ¡Feliz NAvidad, amor!- dijo sonriendo... volteó la mirada y su esposa seguía ahí... la sonrisa se desvaneció.

- ¿Qué haces aquí?- preguntó Marisa.

- Vine por tí... a celebrar la Navidad- respondió - ¿podemos salir a hablar?

- No- dijo cortante Marisa- y si me lo preguntas, aquí pasaré Navidad, aquí pasaré mi vida entera...

Me quedé fría... solo miré con mis ojos llenos de impacto a Marisa, analicé sus palabras y ... sonreí... "Su vida entera..." ¿A mi lado?

La esposa se levantó, me miró y abrió la puerta para salir...

- Puedes quedarte aquí- le dije

- No es necesario, ahora entiendo que hace mucho perdí mi lugar...- y salió

Marisa se quedó ahí parada... yo también.

- ¿Entonces... me aceptas?- dijo

Corrí a abrazarla... a llenarle la cara de besos, a decirle lo mucho que la amaba, la felicidad que me brindaba...

- Claro que sí- respondí eufórica

- Entonces... abre mi regalo-

Me entregó un sobre, lo abrí y ... me ecnontré con unos boletos de avión para dentro de 3 meses...

- ¿Nos vamos?- me dijo

Cerré los ojos... era ahora o nunca. Una vez lo había dejado pasar, pero no ahora... no con Marissa.

- Claro- respondí con una sonrisa que parecía no se borraría jamás...

Creí que esa sonrisa no se borraría... ¡Qué equivocada estaba!

Marisa se despidió esa mañana, mis hijos llegarían junto a Joaquín...así lo hicieron.

Los niños me contaron todo lo que hicieron con sus abuelos, las playas y ciudades en las que estuvieron, me trajeron muchos regalos... ropa, fotos, recuerditos de aquellos lugares, los miraba con amor y los abrazaba. Sí los extrañé... debía de llevarlos conmigo en mi próxima huida.

3 meses... sólo 3 meses...

Fuímos a dormir, Joaquín se quedó conmigo y hablamos un argo rato.

- ¿Qué pasó con tu esposa? Los niños me dijeron que no estuvo todo el tiempo.

- La dejé para siempre, firmamos el divorcio antes de irnos... le dije a mis padres de tí, que tú eres la mujer de mi vida, la que me dió a mis hermosos hijos...

Se arrodilló y sacó una cajita, había un anillo hermoso dentro.

- Cásate conmigo- dijo casi llorando

Lo miré con lástima, con cierta tristeza... acaricié su rostro.

- No puedo, no te amo....nunca lo he hecho y nunca lo haré-

- Pero... tenemos hijos- respondió él

- Eso no garantiza nada, lo siento... amo a alguien más.

Dije y cerré los ojos, sentí la ira de Joaquín, las preguntas para que dijera el nombre aquel amor que me había cautivado.

-Marisa- dije

Sentí una cachetada... seguido del llanto de Joaquín, de sus preguntas calladas...de las culpas y de sollozos que quería evitar.

- No te llevarás a mis hijos- dijo amenazante y salió de la habitación.

Sintiéndome miserable me acurruqué en la cama, hubiera desado no decirle nada, solo escapar y que olvidara todo.

Todo..

Aquellos días pasaban lentos, Joaquín no se iba de la casa y aunque dormía con los niños, su presencia me molestaba.

Tuve que mirarme a escondidas con MArisa, en la bodega siempre fiel a nosotras, casi no había sexo pero sí muchos besos, de esos que me ponían ansiosas sobre el futuro.

Faltaban sólo dos semanas, el gran escape estaba todo listo.

Fui al departamento de Marisa, su aún esposa me abrió... estaba muy debil, llevaba una sonda en la muñeca y... se le iba la vida.

- No está, ¿quieres que te vaya a ver después?

- No es necesario, yo la buscaré- respondí y corrí a mi casa.

¿En verdad llevaríamos nuestro plan? Sentía un poco de tristeza por el estado de salud de la esposa... ¿y si eso detenía a Marisa?, bueno...  creo que era un hecho que eso la dentendría.

¡No! ¡No otra vez! ¡No con ella!

Me sumí en la desesperación y en la tristea, en los sueños rotos que estaban inminentes...

Llegó el día anterior a la fecha marcada y tomé una decisión... guardé una pequeña bolsa debajo de la cama, tenía mis documentos, mis recuerdos, los boletos que me dió Marisa ... y muchas ganas de vivir.

Escribí tres cartas, las más tristes...

Pasaban lentas las horas, seguí mi rutina normal... Joaquín llegó esa noche y lo saludé igual.

- Quiero pedirte perdón y... quiero que de ahora en adelante hagamos lo mejor para nuestros hijos, comprométete- dije

El me abrazó, si tan solo hubiera imaginado lo que eran esas palabras...

Arropé a mis hijos, los besé con amor y con dedicación...

- Nos volveremos a ver- susurré y deslizé una de las cartas debajo de la almohada de mi hijo el mayor.

Esperé la madrugada, tomé la bolsa y con sigilo salí de la casa, dejé otra carta sobre la cama... caminé por ese enorme pasillo... estaba oscuro, mis ojos derramaban lágrimas.

La última carta la deslicé debajo de la puerta de Marisa.

Tomé un taxi y fuí al aeropuerto.

Faltaban muchas horas para abordar, me mordía las uñas, corría a llorar al baño.

Quizá piensen que fui una madre egoísta, desconsiderada... pero dejaba a mis hijos en buenas manos, su padre los amaba y con un poco de suerte, volvería a casarse y a vivir feliz con ellos.

Esa no era mi vida, tenía que encontrar la auténtica... pero me hice a la idea que Marisa tampoco lo era, no con los asuntos pendientes con los que cargaba.

¿Qué decía la carta? Era una despedida y le quitaba toda responsabilidad sobre este trato, también estaba su boleto de avión.

Así es la vida, así son esas circunstancias que cambian de un momento a otro... era momento de volver a encontrarme con las mías; una vez ya había escapado... pero esta vez sería diferente.

El abordaje estaba ya, me acerqué a la fila... entregué mis documentos, revisaron mi bolsa y ... me subí al avión. Miré a través de la ventanilla la noche que pintaba aquel paisaje que estaba por abandonar.

Adiós a todas esas circunstancias, esos destinos negados y robados... adiós a...

- ¿Pensaba irte sin mí?- dijo una voz que me sacó de mis pensamientos... Era

- ¡¿Marisa?!-
Y ahí estaba... mi nueva circunstancia.

Comentarios

  1. Hermosa historia como siempre Sonia.... Gracias

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  2. que linda historia y muy triste a la vez que feo a de ser eso no vivir tu propia vida. :(

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