PERDÓN
Cap. 1
Por: Sonia.
Desde pequeña siempre me fue inculdado un amor, uno muy grande ... el amor a Dios.
Mi familia es numerosa, pero soy la menor de todos los hijos que tuvieron mis padres. También es fervientemente católica y en nuestro pueblo, el dedidcarse a la Iglesia es una de las tareas que tenemos las mujeres.
Desde niña me involucré en todas las labores religiosas, me inculcaron una doctrina y una fe incuestionable, un amor incondicional y una lealtad infinita. Creo que por eso, desde pequeña siempre quise ser religiosa, entregar mi vida a ese Dios que me amaba sobre todas las cosas, aunque esa decisión aún no la había tomado por completo.
Fue un Domingo, ese día precisamente andaba enferma y tuve que ir a misa por la noche, sola, ni siquiera canté en el coro (cómo cada Domingo lo hacía). Llegué un poco tarde y me senté en la parte de atrás de la IGlesia, era grande y antigua, todo un monumento de fe y para mi, era un lugar de paz.
Mi mirada de repente se perdió en un cabello negro y corto... y de repente, unos ojos me miraron directamente, ¡era una chica!
Me ruboricé y sonreí levemente, a lo que ella también me respondió con una sonrisa, bajé mi mirada y fingía leer el misal, la verdad es que me encontraba apenada.
Cuando la misa terminó, ella pasó junto a la banca donde yo estaba sentada, sonrió y agachó la cabeza en señal de saludo, me limité a sonreír. Me acerqué a saludar al padre y corrí a la salidad, tenía la intención de verla. Pero no fue así.
- Hola- dijo alguien
Giré y ... era ella.
- ¿Vives aquí?- pregunté - Nunca te había visto.
- Acabo de mudarme, pero vine a la misa de mi abuela, falleció hace unos 5 años. ¿Vives aquí?- preguntó
Asentí con la cabeza y me despedí, tenía que llegar a mi casa temprano:
- Por cierto, soy Minerva- dijo sonriendo
Llegué a mi casa muy ruborizada y con miles de pensamientos, ¿por qué una chica había logrado ponerme así? No lo sé, procuraba disfrutarlo, sentirlo.
Tenía ya casi 27 años y jamás me había sentido así, creí que eso no era para mi... pero ahora.
Debía investigar que era todo esto. Mientras tanto, recordaba la dulce sonrisa y la voz de aquella chica cautivadora.
Perdón.
Cap. 2
Por: Sonia.
"Pueblo chico, infierno grande", ese era una de las características de mi pueblo natal, el chisme corría por todos lados y no me fue dificil saber quién era Minerva.
- ¿Se acuerdan de Doña Conchita? Pues ahroa su hija y sus nietas vinieron a vivir aquí, van a poner una librería, pero ninguna de ella está casada- dijo mi hermana
- ¡Válgame Dios! Quién sabe que tipo de costumbres tengan, lo mejor será no tratarlas- contestó mi madre.
Sonreí para mí, aquella chica eran sumamente cautivadora y lo que menos quería, era alejarme de ella.
Pero ¿cómo podía sentir esto por una mujer? Quizá sólo quería una amiga ¿no? Al final, el único amor que conocía y quería era el de Dios.
Todas las tardes acudía a rezar el rosario y cantar, por lo que daba una pequeña vuelta en el kiosco del pueblo y caminaba de regreso a mi casa.
- ¡Hey!- gritaron esa tarde- ¿Te acompañó?
Era Minerva, no le contesté, sólo sonreí... le dije que iba a mi casa y me invitó un helado. Lo sé, toda una cursilería que se hacía entre parejas...pero, no, Minerva era una chica y sólo podría tener su amistad.
- ¿Vives aquí desde hace mucho?- dijo
- Toda mi vida he vivido acá, conocí a tu abuela, era una señora muy bondadosa... pero nunca creí que tuvier familia.
- Mi madre fue su única hija, conoció a mi padre y se escapó con él, nos criamos en la Capital, de hecho estudié la Universidad allá y teníamos una modesta librería, mi abuela le dejó la casa a mi mamá y nos venimos a hacer una vida acá.
- ¿Estudiaste en la universidad? ¿Qué? ¿Cómo fue?- pregunté emocionada
- Estudié Filosofía, lo sé, suena aburrido y más aún cuando no hay donde trabajar, por eso pusimos la librería, espero nos vaya bien- contestó riendo- la Universidad es la etapa más hermosa de mi vida, conocí muchas cosas y a muchas personas.
Sonreí, entonces me preguntó que hacía por ahí
- Salí del rosario- contesté
- ¿Eres católica?- preguntó
- Sí, procuro cumplir mis obligaciones de católica, rezo, canto, voy a misa y procuro a mi prójimo- se notaba cierto fervor en mi voz- ¿Y tú?
- Digamos que soy atea-
La miré un poco aterrada... los sacerdotes siempre nos hablabado de esas ovejas descarriadas, de los ateos que no creían en Dios y su destino estaba en el Infierno.
- Te irás al Infierno- dije sin pensar
- Quizá ya estoy en el- contestó
Me molesté un poco y me adelanté a caminar, ella me detuvo y me tomó de la muñeca
- Perdón si te ofendí, no quiero echar a perder la primera amiga que tengo aquí.
- ¿Así que soy tu amiga?- dije sonriendo maliciosamente
Ambas reímos, la tomé de la mano y seguimos caminando...
¿Amigas? No lo sé, esto se sentía diferente... ¿por qué mi corazón se aceleraba tanto cuando estaba con ella?
Minerva...
Perdón.
Cap. 3
Por: Sonia.
Minerva iba por mi cada tarde, solíamos platicar de muchas cosas, me contaba chistes y... me sentía muy bien a su lado.
Era una chica muy inteligente y me hablaba de todos los libros que había leído, lo que le habían parecido:
- Yo no he leído mucho, me hubiera gustado estudiar más- dije algo apenada
- Puedo ayudarte , si quieres...- dijo
Me tomó de la mano y me llevó a su casa, ahí me presentó a su mamá (pues sus hermanas no estaban), arreglaba algunos anaqueles.
- Hola, debes ser la amiga de Minerva, está muy entusiasmada- dijo su madre, era una señora cómo de la edad de mi mamá, pero a ella la veía feliz, independiente, lucía cómo Minerva.
Sonreí y la saludé, después Minerva me llevó a ver lo que sería la librería, era un local amplio, lleno de luz y muy acogedor, estaría lista en unos meses.
Contemplaba las cajas de libros, tantos títulos, tantas palabras... de repente no noté a donde se fue Minerva, alguien me tapó los ojos.
- Minerva- susurré, mi corazón latió con fuerza, olía ese perfume, sentía su calor en la espalda...
- Es un regalo para tí- dijo y sentí algo que dejó en mis manos, pude abrir los ojs... era un libro.
- Gracias- sonreí apenada
- Debes leerlo y lo comentaremos ¿quieres? Este es tuyo... tiene una dedicatoria, pero léela después-
Miré el reloj y me disculpé, tenía que irme... ella se ofreció a acompañarme.
Caminamos por la calle, estaba algo oscura, pero Minerva me brindaba seguridad.
¿Saben? Cuando caminaba por una calle solitaria u oscura, solía apretar el crucifijo que colgabda de mi cuello... pero ea noche, sólo apreté la mano de Minerva.
Llegamos a mi casa y le di un leve beso en la mejilla.
- Gracias por traerme- dije
- Gracias a ti- contestó Minerva- no sabes lo especial que eres.
Me metí a mi casa, me sentía ruborizada, llegué a mi habitación y abrazé mi almohada fuerte... suspiré... tomé el libro, lo hojeé... y leí la dedicatoria:
"Qué este sea el inicio de algo maravilloso..."
Sonreí y suspiré aún más.
Miré aquella imagen de la Virgen María, de Jesus crucificado...
- ¿Qué es esto que siento? Me siento confundida pero no quiero que pare, Minerva me da esperanzas, deseos, alegrías, suspiros... me llena en muchos sentidos. ¿acaso eso está mal? ¿acaso debería de centrarme en la realidad?
Veía la mirada piadosa de María... sonreí , no me sentía mal, no estaba mal... no lo iba a detener, no ahora.
Perdón.
Cap. 4
Por: Sonia.
- ¿Qué has hecho todas estas tardes?- me preguntó mi madre ese Domingo al salir de misa.
- NAda, voy al rosario y me tardo un poco más.
- ¿quién es la chica que te acompaña?
- Es Minerva... una chica nueva, practicamos y leemos juntas.
Mi madre no dijo nada, creo que le parecía bien ya que de haber sido un hombre seguro lo reprobaría; pero no con Minerva, ella era diferente. ¡Vaya que sí!
Seguí frecuentando la casa de Minerva, le ayudaba a clasificar los libros y fuí aprendiendo mucho, mucho más de lo que hasta ahora desconocía.
- ¿Por qué eres católica?- me preguntó
- Toda mi familia lo es- dije
- Pero ¿y tu?-
- Creo en un amor infinito- respondí - el amor de un Dios que nos dió la vida, que nos cuida y procura y que nos da la libertad para hacer lo que debemos hacer. Amarnos los unos a los otros.
- ¡Wow! Deberías de ser misionera o algo así, hasta a mi me convencerías-
- Aún está la opción de eso, siempre he querido ser religiosa.
Minerva me miró algo asombrada
- ¿Nunca te has enamorado?- preguntó
- Sólo de Dios... sólo conozco ese amor ¿y tú?
Minerva no dijo nada, se levantó y tomó una caja de libros, siguió acomodándolos...
- ¿Dije algo malo?- pregunté
- Eres una chica diferente, pura, inocente... tan auténtica, no sé que podría darte una chica cómo yo- dijo
- Me estás enseñando mucho Minerva,estás sacandp una parte de mi que ansiaba salir- la abrazé muy fuerte.
- Estuve enamorada una vez, me traicionó, todas las personas que conocí han sido iguales... traicioneras, quizá por eso acepté mudarme aquí, algo en mi presentía que las cosas serían diferentes y... te conocí.- susurró
- Quizá fue Dios, el quería que nos juntáramos-
- Dudo que Dios haya puesto en mi mente todo lo que pienso de tí- dijo
No entendí esa frase, pero el abrazo siguió, la esencia de Minerva me invadía y sentía una hermosa paz... algo muy cálido dentro de mi, algo indescriptible.
Algo así cómo un llamado de Dios en mi corazón.
Perdón.
Cap. 5
Por: Sonia.
A cada momento pensaba en Minerva, seguía yendo a su casa, la inauguración sería en algunas semanas.
La madre de Minerva me pidió que trabajara con ellas, que promoviera la librería, accedí, nunca había trabajado y esta sería una excelente oportunidad, aprendería muchas cosas, leería gratis y ... estaría con Minerva cada día.
Mi madre no se opuso, no sabía quién era Minerva, pero la idea de que yo hiciera otras cosas le pareció bien. Mi padre no se opuso tampoco y como trabajaba en el Palacio Municipal, quedó en ayudarnos a sacar alguna ayuda.
Así que formalmente comencé a trabajar, entre Minerva y yo pegamos carteles sobre la inauguración e invitamos a la gente.
Me encontraba muy emocionada, creo que jamás olvidaré esas tardes, Minera y yo... me sentía tan a gusto con ella, no quería separarme...
Llegó el día de la inauguración y aunque no vino mucha gente, el ambiente era tranquilo, hubo libros de regalo y un vino de honor, jamás había bebido vino, esa noche se me subió un poco.
Reía con Minerva y caminábamos por los pasillos llenos de libros, miraba hacía arriba y los libros me parecían interminables, me mareé un poco y tambaleé, Minerva me detuvo.
- No más vino hoy- dijo riendo
Sonreí... nos miramos directo a los ojos, no sé qué pasó... no sé ni cómo... cerré los ojos y me dejé llevar.
Nuestros labios se juntaron y Minerva depositó en un mi un beso, cargado de energía y de calor... temblaba todo mi cuerpo, pero dentro de mí se gestó un nuevo sentimiento... una sensación única que no sentí jamás y que no quería terminara.
Nos separamos... Minerva me miró directo a los ojos:
- Lo siento- dijo - Esto no...
No respondí, la abrazé muy fuerte y sollozé... me sentía bien, me sentía feliz... todo ahora cobraba un sentido diferente.
Alguien nos llamó, era su mamá, había venido por mi y tuve que irme... era una de mis hermanas mayores.
- Hasta mañana- le dije a Minerva y besé su mejilla, muy cerca de los labios... nos tomamos de las manos, cómo si no quisiéramos soltarnos.
Caminaba completamente feliz hacia mi casa, con mi hermana, cuando de repente dijo:
- Eso no está bien, esa tal Minerva te ve raro.
- ¿Cómo qué?- pregunté
- Ya sabes, de esas miradas llenas de pecado, deberías de consultar con un sacerdote todo eso, sabes que entre mujeres no pueden haber sentimientos así, es pecado.
No entendía las palabras de mi hermana, ¿porqué tendría que avergonzarme de esto?
No es que quisiera casarme con Minerva, pero nos habíamos besado, mi primer beso se lo llevó ella... me hacia muy feliz, aunque...
Perdón.
Cap. 6
Por: Sonia.
- Arrepiéntete.. eso está muy mal hija- dijo el sacerdote en aquel confesionario.
Seguí el consejo de mi hermana y fuí a confesarme, el sacerdote me conocía muy bien, pues era organizador de varias comunidades de jóvenes a las que acudía.
- Pero me gustó, me sentí feliz... me sentí amada- dije con la voz quebrada
- Esos sentimientos son pecaminosos, pecado de la carne, deseo carnal... además, eso no puede surgir entre mujeres; Dios creo al hombre y a la mujer para reproducirse, para amarse dentro del amor que Dios establece. Las mujeres no pueden ni deben amar mujeres, mucho menos desearlas o mirarlas como a un hombre-
No dije más, no sabía que decir. La única penitencia que me impuso el sacerdote, fue dejar a un lado los sentimientos que tenía por Minerva.
Así lo dicta Dios.- dijo y cerró el confesionario.
Caminé hasta el altar donde estaba expuesta esa misma figura de Jesús crucificado, no entendía nada... me arrodillé y lloré, las lágrimas corrían entre mis manos cruzadas.
- ¿Por qué me diste estos sentimientos por ella si no los puedo externar?- le pregunté a aquella imagen.
No entendía nada, Dios hablaba de un amor, el amor que sentía por Minerva era puro, único, sincero... ¿qué tenía de malo?
Seguí llorando por un rato, arrodillada ante ese hombre que alguna vez murió por mí, por nosotros... por el pecado.
¿Minerva era mi pecado? ¿En verdad lastimaba a Dios con ese amor? Lo miré de nuevo, esperaba una respuesta, una mirada... pero no la obtuve.
Mis piernas estaban cansadas ya, pero aún así seguí... ese sufrimiento debía padecer para entender lo malo de mi actuar, de mi sentir...
TEnía que dejar a Minerva...
Perdón.
Cap. 7
Por: Sonia.
Después de ese beso, traté de seguir de la misma manera con Minerva, no quería alejarme... auqnue debía hacerlo.
Mi padre me avisó que el municipio había aceptado un proyecto que metimos Minerva y yo para el fomento a la lectura. Teníamos que cumplirlo con resultados en un plazo a un año.
¿Qué significaba? Que debería de estar un año más con Minerva.
Felicidad y sufrimiento, comenzaba a sospechar que Dios me staba probando, que ponía la tentación para lograr superarla.
No hubo más besos después de ese, Minerva me trataba tiernamente y yo le correspondía, era hasta innevitable, me cambió por completo.
Y de nuevo vino otro cambio... un nuevo lider en las comunidades juveniles de la Iglesia, cómo yo era la coordinadora, ahora él era una especie de jefe para mí. Me lo presentaron esa tarde, era un joven guapo (cómo de mi edad).
- Mucho gusto, me llamo Héctor-dijo
Me presenté y sentí su mirada, era pesada... comencé a notar ciertas atenciones que el tenía conmigo, ciertos detalles.
Tenía miedo de gustarle. ¿Por qué? Por que a mi me gustaba Minerva.
- ¿La persona que te traicionó fue una mujeR?- le pregunté a Minerva
Se sonrojó, supe que así era.
- ¿No te gustaría tener otra relación, Minerva?- pregunté aún más curiosa.
- No lo sé...-
- ¿Y si alguien se fijara en tí?-
Minerva me miró directo a los ojos y dijo: - Esperaría que esa persona tuviera el coraje de amarme, el dejar todas sus creencias y ataduras morales...
No respondí, no podía corresponderle, no podía dejar a un lado mi fe, mi creencia, aunque yo... estaba enamorada de Minerva.
Cada noche era lo mismo, preguntarle a aquel hombre en la cruz ¿por qué me dió este deseo si no podría entregarlo?
¿Por qué me diste este amor que nadie entiende...? Ni siquiera yo misma.
Perdón.
Cap. 8
Por: Sonia.
Entre Minerva y yo comenzamos a trabajar en nuestro proyecto de fomento en la lectura en las escuelas, por las mañanas acudíamos a las escuelas y comenzamos con algunas actividades cómo cuenta-cuentos o teatro guiñol. Me gustaba eso.
Por la tarde tomábamos un descanso, comíamos en su casa y dormíamos un rato, por la noche cerrábamos la librería. Así eran mis días, hermosos con ella, tomando su mano, recibiendo sus sonrisas...
Volvimos a besarnos unas de esas tardes, ella acariciaba dulcemente mi cara y yo me dejaba llevar, lo que sentía por ella era tan fuerte que a veces no podía evitar desearla a mi lado...
Pero la estúpida culpa me invadía, yo no podía seguir así, con esa incertidumbre y con la indiferencia de Dios ante mis ruegos.
Los fines de semana acudía la Iglesia, seguía en mis comunidades y dando catecismo, Héctor seguía trabajando conmigo y sus coqueteos se hacían más descarados.
Esa tarde él y yo recogiamos las cosas de una pequeña kermesse que hubo en el atrio, dejamos todo el material dentro de los salones de la parroquia... y entre esa oscuridad, me tomó entre sus brazos y me besó arrebtadamente.
Me solté, lo miré sorprendida.
- Lo lamento- me dijo- me gustas y quiero amarte... así como Dios manda.
No dije nada, salí confundida de ahí y me limpiaba los labios, sentía asco... ése había mancillado el recuerdo de Minerva en mi boca...
Llegué a mi casa, lloré... miraba aquella figura, pedía respuestas... mi mente estaba muy confundida, mi deseo, mi amor no se acoplaba con lo que la gente me dictaba, con lo que "debía" hacer.
¿Qué hago?, le gritaba a ese Dios...
Y tomé una decisión, al siguiente día Héctor me buscó después de misa, me pidió ue fuera su novia y le dije que sí, con la única condición que lo mantuvieramos en secreto... él accedió y volvió a besarme.
No sentía nada, sus besos no era nada para mí...
Pero quizá podría quitarme ese sentimiento hacia Minerva...
Cap. 8
Por: Sonia.
Entre Minerva y yo comenzamos a trabajar en nuestro proyecto de fomento en la lectura en las escuelas, por las mañanas acudíamos a las escuelas y comenzamos con algunas actividades cómo cuenta-cuentos o teatro guiñol. Me gustaba eso.
Por la tarde tomábamos un descanso, comíamos en su casa y dormíamos un rato, por la noche cerrábamos la librería. Así eran mis días, hermosos con ella, tomando su mano, recibiendo sus sonrisas...
Volvimos a besarnos unas de esas tardes, ella acariciaba dulcemente mi cara y yo me dejaba llevar, lo que sentía por ella era tan fuerte que a veces no podía evitar desearla a mi lado...
Pero la estúpida culpa me invadía, yo no podía seguir así, con esa incertidumbre y con la indiferencia de Dios ante mis ruegos.
Los fines de semana acudía la Iglesia, seguía en mis comunidades y dando catecismo, Héctor seguía trabajando conmigo y sus coqueteos se hacían más descarados.
Esa tarde él y yo recogiamos las cosas de una pequeña kermesse que hubo en el atrio, dejamos todo el material dentro de los salones de la parroquia... y entre esa oscuridad, me tomó entre sus brazos y me besó arrebtadamente.
Me solté, lo miré sorprendida.
- Lo lamento- me dijo- me gustas y quiero amarte... así como Dios manda.
No dije nada, salí confundida de ahí y me limpiaba los labios, sentía asco... ése había mancillado el recuerdo de Minerva en mi boca...
Llegué a mi casa, lloré... miraba aquella figura, pedía respuestas... mi mente estaba muy confundida, mi deseo, mi amor no se acoplaba con lo que la gente me dictaba, con lo que "debía" hacer.
¿Qué hago?, le gritaba a ese Dios...
Y tomé una decisión, al siguiente día Héctor me buscó después de misa, me pidió ue fuera su novia y le dije que sí, con la única condición que lo mantuvieramos en secreto... él accedió y volvió a besarme.
No sentía nada, sus besos no era nada para mí...
Pero quizá podría quitarme ese sentimiento hacia Minerva...
Perdón.
Cap. 9
Por: Sonia.
Pasaron como dos meses de mi vida secreta, a Héctor solo lo veia en la Iglesia, organizábamos un retiro para las vacaciones de verano.
Pero no podia ser indiferente con Minerva, sabia que lo que sentiq por ella no cambiaria y solo se haría más y más grande.
Esa tarde, esa tarde que jamás olvidaré...
Acomodábamos libros en los estantes, ella lucia seria y hasta algo triste, me acerqué y la abracé, ella me soltó.
-Ya no puedo con esto- dijo
La miré con terror, quizs ella también suponia que lo que hacíamos estaba mal, erq un pecado... Agache la mirada, ella siguió hablando:
- Desde que era pequeña me sentí diferente, cuando tuve 16 supe el motivo... Yo no quiero vivir la vida con un hombre, yo ... Amo a las mujeres y mi más grande amor fue una mujer... Me engañó y me mostró que el amor también es dolor... Juré que no volvería a enamorarme, pero...
Me tomó entre sus brazos y me besó, era... Fuerte, un beso seguro y lleno de pasión, cerré los ojos y me dejé llevar, Minerva acariciaba mi espalda y lentamente desnudó mi cuerpo... Nos desnudamos ahí, junto a los libros.
Aquello fue la cosa mas hermosa que pude haber experimentado, Minerva me llenaba de caricias y besos por todo mi ser... La sentía dentro de mi, con el suave movimiento de sus dedos, mis mejillas ardian y timidos gemidos salian de mi boca... Hasta que llegó un momento en el que no supe mas de mi, una sensación fuerte y electrizante recorrio mi cuerpo, senti brotar mas humedad y lance un ultimo gemido, el mas fuerte e involuntario.
Antes de que cerrara los ojos, miré a Minerva... Sus ojos hermosos en los que queria reflejarme por siempre.
Dentro de mi solo pensaba: Yo tampoco quieri vivir con jn hombre, a menos que sea Dios... Tampoco quiero vivir con una mujer...solo que seas tú.
Cap. 9
Por: Sonia.
Pasaron como dos meses de mi vida secreta, a Héctor solo lo veia en la Iglesia, organizábamos un retiro para las vacaciones de verano.
Pero no podia ser indiferente con Minerva, sabia que lo que sentiq por ella no cambiaria y solo se haría más y más grande.
Esa tarde, esa tarde que jamás olvidaré...
Acomodábamos libros en los estantes, ella lucia seria y hasta algo triste, me acerqué y la abracé, ella me soltó.
-Ya no puedo con esto- dijo
La miré con terror, quizs ella también suponia que lo que hacíamos estaba mal, erq un pecado... Agache la mirada, ella siguió hablando:
- Desde que era pequeña me sentí diferente, cuando tuve 16 supe el motivo... Yo no quiero vivir la vida con un hombre, yo ... Amo a las mujeres y mi más grande amor fue una mujer... Me engañó y me mostró que el amor también es dolor... Juré que no volvería a enamorarme, pero...
Me tomó entre sus brazos y me besó, era... Fuerte, un beso seguro y lleno de pasión, cerré los ojos y me dejé llevar, Minerva acariciaba mi espalda y lentamente desnudó mi cuerpo... Nos desnudamos ahí, junto a los libros.
Aquello fue la cosa mas hermosa que pude haber experimentado, Minerva me llenaba de caricias y besos por todo mi ser... La sentía dentro de mi, con el suave movimiento de sus dedos, mis mejillas ardian y timidos gemidos salian de mi boca... Hasta que llegó un momento en el que no supe mas de mi, una sensación fuerte y electrizante recorrio mi cuerpo, senti brotar mas humedad y lance un ultimo gemido, el mas fuerte e involuntario.
Antes de que cerrara los ojos, miré a Minerva... Sus ojos hermosos en los que queria reflejarme por siempre.
Dentro de mi solo pensaba: Yo tampoco quieri vivir con jn hombre, a menos que sea Dios... Tampoco quiero vivir con una mujer...solo que seas tú.
Perdón.
Cap. 10
Por: Sonia.
Abrazadas, recostadas entre libros... desperté con Minerva a un lado, aún desnudas... me ruboricé y discretamente me vestí de nuevo, sonreía sin motivo aparente.
- ¿Te vas?- dijo sonriendo
- Debo... ya es tarde- respondí
- ¿Y entonces...? ¿Qué pasará después de esto?- me preguntó Minerva
No pude responderle, besé sus labios y salí de la librería, fui a la Iglesia, alcancé lo último del rosario.
Ahí sentada, me sentía feliz... sabía bien lo que habia pasado con Minerva y no me arrepentía de nada, a lo mejor de no haberlo hecho antes, miré de nuevo la gran imagen de ese Jesús piadoso en la cruz.
- ¿Verdad que no tiene nada de malo sentir esto?- pregunté
No respondió, nunca lo hacia... y yo seguía con los mismos pensamientos, con una culpa desconocida.
Alguien se sentó junto a mi, era Héctor.
- ¿Ya te vas a casa?- preguntó
- Aún no, estaba orando- dije algo molesta
- ¿No quieres ir adentro de los salones? Están vacios y cerrados, yo tengo la llave- acarició mi pierna, lo miré con algo de repulsión...
- ¿No lo entiendes? Yo no quiero eso contigo... nunca lo tendrás, esa virtud no es para cualquiera... menos para ti, ¿dónde quedó tu compromiso con Dios?- pregunté indignada
- Pero sy un humano, soy un hombre y tengo necesidades- respondió algo confundido
- Eres un imbecil- dije y sali de la Iglesia
¿Profundo arranque de seguridad? Creo que sí...
Aunque no me sentía a gusto del todo, recordaba lo vivido con Minerva y mi corazón latía con intensidad... me hubiera gustado gritarle a todo el mundo que... ¿la quería?
- Dios, dame claridad, dame la paciencia y sobre todo... déjame amar a esa mujer, así cómo te amo a tí...- recé
Cap. 10
Por: Sonia.
Abrazadas, recostadas entre libros... desperté con Minerva a un lado, aún desnudas... me ruboricé y discretamente me vestí de nuevo, sonreía sin motivo aparente.
- ¿Te vas?- dijo sonriendo
- Debo... ya es tarde- respondí
- ¿Y entonces...? ¿Qué pasará después de esto?- me preguntó Minerva
No pude responderle, besé sus labios y salí de la librería, fui a la Iglesia, alcancé lo último del rosario.
Ahí sentada, me sentía feliz... sabía bien lo que habia pasado con Minerva y no me arrepentía de nada, a lo mejor de no haberlo hecho antes, miré de nuevo la gran imagen de ese Jesús piadoso en la cruz.
- ¿Verdad que no tiene nada de malo sentir esto?- pregunté
No respondió, nunca lo hacia... y yo seguía con los mismos pensamientos, con una culpa desconocida.
Alguien se sentó junto a mi, era Héctor.
- ¿Ya te vas a casa?- preguntó
- Aún no, estaba orando- dije algo molesta
- ¿No quieres ir adentro de los salones? Están vacios y cerrados, yo tengo la llave- acarició mi pierna, lo miré con algo de repulsión...
- ¿No lo entiendes? Yo no quiero eso contigo... nunca lo tendrás, esa virtud no es para cualquiera... menos para ti, ¿dónde quedó tu compromiso con Dios?- pregunté indignada
- Pero sy un humano, soy un hombre y tengo necesidades- respondió algo confundido
- Eres un imbecil- dije y sali de la Iglesia
¿Profundo arranque de seguridad? Creo que sí...
Aunque no me sentía a gusto del todo, recordaba lo vivido con Minerva y mi corazón latía con intensidad... me hubiera gustado gritarle a todo el mundo que... ¿la quería?
- Dios, dame claridad, dame la paciencia y sobre todo... déjame amar a esa mujer, así cómo te amo a tí...- recé
Perdón.
Cap. 11
Por: Sonia.
Estábamos a escasas dos semanas de terminar el trabajo en las escuelas, había mucho que hacer y eso me dió oportunidad de no hablar con Minerva sobre lo de la otra tarde.
Quería responderle tantas cosas, pero en mi mente habia confusión y mucho miedo, un profundo miedo a que mi Dios me dejara de amar, a ser juzgada por mi familia y mi comunidad, tenía miedo de fallar a mis principios, a la realidad en la que vivía... pero una parte de mi se aferraba a Minerva, por eso no me alejaba, necesitaba de ella para seguir.
Acudí al día de confesiones.
- No he podido dejar de ver a Minerva como un amor, de sentir todo esto... incluso ya hasta nos sntimos en otro plano- le dije al sacerdote
- Eso es aún más impuro, sólo un hombre y una mujer deben acostarse... con el fin de reproducirse, además ¿Héctor no era tu novio? LE debes un respeto.
- Pero no lo amo. Padre, ella llena mis días, llena mis sueños y me siento viva al estar con ella, no quiero a nadie más, sólo a ella y por supuesto, a Dios-
- Pues mientras no la saques a ella de tu mente... Dios no vivirá más en tí, no serás digna de él, aborrece a la gente cómo tú.
- ¿Dónde dice eso, padre? Me gustaría tener una certeza, una pista para actuar correctamente
- No me contradigas hija, entrégate a Dios y a su mandato, haz lo que creas necesario para ese mandato.- dijo y cerro la pequeña ventana del confesionario.
Ya no podía más, quería huir.... ¿por qué a mi se me habia impuesto semejante prueba?
- Siempre te he amado, Dios... no te dejaré, pero no me pidas cambiar-
Pasaron esos días y dejé de ir a la librería, afortunadamente el retiro comenzó y era de 5 días... eso me serviría para pensar también.
Desafortunadamente, Héctor estaba ahí.
Cap. 11
Por: Sonia.
Estábamos a escasas dos semanas de terminar el trabajo en las escuelas, había mucho que hacer y eso me dió oportunidad de no hablar con Minerva sobre lo de la otra tarde.
Quería responderle tantas cosas, pero en mi mente habia confusión y mucho miedo, un profundo miedo a que mi Dios me dejara de amar, a ser juzgada por mi familia y mi comunidad, tenía miedo de fallar a mis principios, a la realidad en la que vivía... pero una parte de mi se aferraba a Minerva, por eso no me alejaba, necesitaba de ella para seguir.
Acudí al día de confesiones.
- No he podido dejar de ver a Minerva como un amor, de sentir todo esto... incluso ya hasta nos sntimos en otro plano- le dije al sacerdote
- Eso es aún más impuro, sólo un hombre y una mujer deben acostarse... con el fin de reproducirse, además ¿Héctor no era tu novio? LE debes un respeto.
- Pero no lo amo. Padre, ella llena mis días, llena mis sueños y me siento viva al estar con ella, no quiero a nadie más, sólo a ella y por supuesto, a Dios-
- Pues mientras no la saques a ella de tu mente... Dios no vivirá más en tí, no serás digna de él, aborrece a la gente cómo tú.
- ¿Dónde dice eso, padre? Me gustaría tener una certeza, una pista para actuar correctamente
- No me contradigas hija, entrégate a Dios y a su mandato, haz lo que creas necesario para ese mandato.- dijo y cerro la pequeña ventana del confesionario.
Ya no podía más, quería huir.... ¿por qué a mi se me habia impuesto semejante prueba?
- Siempre te he amado, Dios... no te dejaré, pero no me pidas cambiar-
Pasaron esos días y dejé de ir a la librería, afortunadamente el retiro comenzó y era de 5 días... eso me serviría para pensar también.
Desafortunadamente, Héctor estaba ahí.
Perdón.
Cap. 12
Por: Sonia.
La casa de retiros era dirigida por un grupo de misioneros que venían al pueblo cada año, era una casa grande, con muchos cuartos y muy alejada de todo.
Era uno de mis lugares preferidos, por la noche, las luces se apagaban completamente y la Luna era la única luz, por esas fechas siempre Dios nos regalaba una Luna llena hermosa, eso hacía por las noches, salir a contemplar la Luna.
Esa noche alguien salió conmigo, era Héctor, me pidió hablar... fuimos a un área apartada de la casa para que nadie nos escuchara.
- Quiero pedirte una disculpa- dijo
- No te preocupes- respondió y me disponía a irme, el me tomó por la cintura y comenzó a llorar, después sentí su boca en mi cuello.
- Héctor, déjame- dije
- No, te haré mía en este instante, te amo y te deseo- subió sus manos a mis senos, me sentía asqueada pero no podía gritar... nadie escucharía y si lo hacía, encontrarme en esa situación me afectaría más a mi que a él.
- Déjame- susurré muy nerviosa, el comenzó a desabotonar mi blusa - Sabes que esto está mal, yo no lo quiero, Dios no ve con buenos ojos esto.
- Nadie sigue lo que Dios dice, todos actuamos como nos plazca, al fin él no ve nada... no dice nada, son los hombres los que dictan que es lo que se tiene que hacer. Sólo sé que te deseo y que te haré mía ahora- dijo
Traté de safarme, no pude... él me apresaba con más fuerza, comencé a llorar, el me decía que me callara...
- Por favor, Dios...- sólo pensaba
Entre el forcejeo, caminamos unos pasos, había una zoma bastante pedregosa y tropezamos, me levanté cómo pude y corrí a la casa... corrí con todas mis fuerzas, él me seguía.
Me encerré en mi habitación... no salí los siguientes días del retiro, necesitaba pensar muchas cosas.
No podía creerlo, por culpa de mi cobardía fui agredida.
Tenía que hacer algo y tenía que hacerlo ya.
Cap. 12
Por: Sonia.
La casa de retiros era dirigida por un grupo de misioneros que venían al pueblo cada año, era una casa grande, con muchos cuartos y muy alejada de todo.
Era uno de mis lugares preferidos, por la noche, las luces se apagaban completamente y la Luna era la única luz, por esas fechas siempre Dios nos regalaba una Luna llena hermosa, eso hacía por las noches, salir a contemplar la Luna.
Esa noche alguien salió conmigo, era Héctor, me pidió hablar... fuimos a un área apartada de la casa para que nadie nos escuchara.
- Quiero pedirte una disculpa- dijo
- No te preocupes- respondió y me disponía a irme, el me tomó por la cintura y comenzó a llorar, después sentí su boca en mi cuello.
- Héctor, déjame- dije
- No, te haré mía en este instante, te amo y te deseo- subió sus manos a mis senos, me sentía asqueada pero no podía gritar... nadie escucharía y si lo hacía, encontrarme en esa situación me afectaría más a mi que a él.
- Déjame- susurré muy nerviosa, el comenzó a desabotonar mi blusa - Sabes que esto está mal, yo no lo quiero, Dios no ve con buenos ojos esto.
- Nadie sigue lo que Dios dice, todos actuamos como nos plazca, al fin él no ve nada... no dice nada, son los hombres los que dictan que es lo que se tiene que hacer. Sólo sé que te deseo y que te haré mía ahora- dijo
Traté de safarme, no pude... él me apresaba con más fuerza, comencé a llorar, el me decía que me callara...
- Por favor, Dios...- sólo pensaba
Entre el forcejeo, caminamos unos pasos, había una zoma bastante pedregosa y tropezamos, me levanté cómo pude y corrí a la casa... corrí con todas mis fuerzas, él me seguía.
Me encerré en mi habitación... no salí los siguientes días del retiro, necesitaba pensar muchas cosas.
No podía creerlo, por culpa de mi cobardía fui agredida.
Tenía que hacer algo y tenía que hacerlo ya.
Perdón.
Cap. 13
Por: Sonia.
Regresé ami trabajo en la librería, era obvio que me veía rara, distante.
- ¿qué tienes?- preguntó Minerva
Pero no respondí.
- ¿Te arrepientes de lo de la última vez?- dijo
- No, Minerva... eso me ha llenado de vida, pero también de dudas- respondí
- Me gustas demasiado y ... te quiero, de una manera sincera y real, de una manera única y ...
- No creo que tenga el valor de amarte, Minerva. No creo poder dejar a mi Dios por tí, a mi familia, a mi comunidad, a mi Iglesia... no puedo ir en contra de mi religión...
Minerva me miró, sonrió de una manera enojada - Jamás he interferido en tu fe y creo que no lo haré, pero esa Iglesia, esa comunidad son personas cómo tú... ¿por qué tienes que hacerles caso? Ellos ni siquiera ven su propia mierda, la vida frustrada que llevan. Mírame- tomó mi cara y nos miramos a los ojos- Jamás te pediré que dejes tu fe, tu Dios, tus Santos, tus vírgenes... pero, quiero que seas tú, que en base a esa fe actues cómo tú quieras, ames a quien tu quieras, vivas como tu lo prefieras... siguiendo con ese, tu Dios, pero contigo sobre todo.
Lloré un poco, me solté... no pude decirle nada, no podía ir en contra de nadie, en contra de todo lo que era yo.
- No puedo, Minerva- dije llorando
- Te esperaré, sé que lo harás...- dijo y me dejó ahí en la librería.
¿Qué se supone que haría ahora? ¿Dónde estaba Dios para amarme?
Miré el crucifijo y salí de la librería, tenía que hacer algo...
Cap. 13
Por: Sonia.
Regresé ami trabajo en la librería, era obvio que me veía rara, distante.
- ¿qué tienes?- preguntó Minerva
Pero no respondí.
- ¿Te arrepientes de lo de la última vez?- dijo
- No, Minerva... eso me ha llenado de vida, pero también de dudas- respondí
- Me gustas demasiado y ... te quiero, de una manera sincera y real, de una manera única y ...
- No creo que tenga el valor de amarte, Minerva. No creo poder dejar a mi Dios por tí, a mi familia, a mi comunidad, a mi Iglesia... no puedo ir en contra de mi religión...
Minerva me miró, sonrió de una manera enojada - Jamás he interferido en tu fe y creo que no lo haré, pero esa Iglesia, esa comunidad son personas cómo tú... ¿por qué tienes que hacerles caso? Ellos ni siquiera ven su propia mierda, la vida frustrada que llevan. Mírame- tomó mi cara y nos miramos a los ojos- Jamás te pediré que dejes tu fe, tu Dios, tus Santos, tus vírgenes... pero, quiero que seas tú, que en base a esa fe actues cómo tú quieras, ames a quien tu quieras, vivas como tu lo prefieras... siguiendo con ese, tu Dios, pero contigo sobre todo.
Lloré un poco, me solté... no pude decirle nada, no podía ir en contra de nadie, en contra de todo lo que era yo.
- No puedo, Minerva- dije llorando
- Te esperaré, sé que lo harás...- dijo y me dejó ahí en la librería.
¿Qué se supone que haría ahora? ¿Dónde estaba Dios para amarme?
Miré el crucifijo y salí de la librería, tenía que hacer algo...
Perdón.
Cap. 14
Por: Sonia.
Heme ahí, frente a la librería... con una nota en mi mano, una nota para Minerva...
La deslicé por debajo de la puerta, sentía un nudo en mi garganta y una presión muy fuerte en mi pecho.
"Perdón... por no ser valiente"- decía aquella nota.
- ¿Qué es eso?- preguntó alguien detrás mío, era...
- ¡Minerva! , es una nota para tí... debo irme ahora- dije
-¿A dónde?- preguntó, pero no contesté... camine unos pasos, ella me tomó por la cintura.
- Quédata conmigo- dijo- quédate y seamos felices... yo, te amo... te amo demasiado, no sé cómo sería mi vida sin tí...-
El tiempo se detuvo en ese abrazo, Minerva me tenía ahí, para ella y yo solo lloraba, no quería irme, deseaba quedarme con ella, estar a su lado.
Cerré los ojos y me separé, no miré atrás...
- Por favor, Dios... dime que es lo correcto, he sido una buena hija tuya, una fiel seguidora de tus preceptos, de tu Iglesia... ¿por qué me diste este sentimiento tan grande hacia alguien prohibida?-
Llegué a la central de autobuses, ahí me esperaban...
Había decidido seguir a las misioneras, después ser novicia para por fin, entregarle mi vida a Dios... darle todo mi amor a él, aunque mi corazón se había quedado con Minerva.
- Adiós, mi amor- susurré en cuanto el camión arrancó... ni siquiera sabía si volvería, este era un adiós.
Cap. 14
Por: Sonia.
Heme ahí, frente a la librería... con una nota en mi mano, una nota para Minerva...
La deslicé por debajo de la puerta, sentía un nudo en mi garganta y una presión muy fuerte en mi pecho.
"Perdón... por no ser valiente"- decía aquella nota.
- ¿Qué es eso?- preguntó alguien detrás mío, era...
- ¡Minerva! , es una nota para tí... debo irme ahora- dije
-¿A dónde?- preguntó, pero no contesté... camine unos pasos, ella me tomó por la cintura.
- Quédata conmigo- dijo- quédate y seamos felices... yo, te amo... te amo demasiado, no sé cómo sería mi vida sin tí...-
El tiempo se detuvo en ese abrazo, Minerva me tenía ahí, para ella y yo solo lloraba, no quería irme, deseaba quedarme con ella, estar a su lado.
Cerré los ojos y me separé, no miré atrás...
- Por favor, Dios... dime que es lo correcto, he sido una buena hija tuya, una fiel seguidora de tus preceptos, de tu Iglesia... ¿por qué me diste este sentimiento tan grande hacia alguien prohibida?-
Llegué a la central de autobuses, ahí me esperaban...
Había decidido seguir a las misioneras, después ser novicia para por fin, entregarle mi vida a Dios... darle todo mi amor a él, aunque mi corazón se había quedado con Minerva.
- Adiós, mi amor- susurré en cuanto el camión arrancó... ni siquiera sabía si volvería, este era un adiós.
Perdón.
Cap. 15
Por: Sonia.
PAsaron horas de viaje, demasiadas... llegamos al nuevo lugar donde habitaríamos, era una casa de retiros bastante grande.
No hablaba, me limitaba a contestar, fue como si una parte de mi hubiera desaparecido, en las meditaciones en nuestra habitación, siempre terminaba llorando frente a aquella imagen de Jesús, primero me sentía culpable y después, comenzaba a odiarlo un poco... culparlo de mi desgracia, responsabilizarlo de todo.
Mi carácter no es lo que era antes, ahora tenía una semblante enojado, frustrado, mi voz se hizo dura, mis modos también, y mi apariencia lucía diferente.
No sé cuánto tiempo pasó, mi vida era monótona y sin sorpresas, tenía tareas específicas y casi no hablaba con nadie.
Hasta esa tarde, abrí la cocina discretamente y la ví, era una de las monjas con las que vivíamos y una misionera guía, se tomaban de la mano, se besaban con discreción y acariciaban su rostro... recordé ese sentimiento, recordaba a Minerva y sé que ella y yo nos veíamos así.
Fuí corriendo a mi habitación, lloré demasiado, tal vez Dios me había dado una clave, una sencilla señal de lo que el amor era, ver a esas dos hermanas, amándose así , no me parecía malo, no era impuro... era amor, ellas se amaban y nunca podrían estar juntas.
¿Acaso yo quería seguir ese camino? Por primera vez dudé de mi convicción por darle mi vida a Dios, no lo quería... él me había tenido por tanto tiempo y ahora era mi oportunidad de ser feliz en otro amor, con Minerva.
Me tomó mucho tiempo y esfuerzo entender esas palabras, saber que lo que hacía no era malo para mi, no me corrompía, era solo amor.
En esa misma casa de retiro, decidí tomar una penitencia, me encerré en mi habitación por 2 semanas, comía lo mínimo y no hablaba con nadie... debía reflexionar sobre mi vida y sobre mis actos.
- ¿Por qué me diste tanto amor en un mundo sin amor? ¿Por qué me diste amor en este mundo donde se le ve como malo y asqueroso? -
Miraba aquella figura, era Jesús, él también había amado y por esa razón fue crucificado, pero siguió amando... entonces, tal vez y solo tal vez, él no juzgaba el amor, el lo profesaba, el lo admiraba y practicaba, amar a todos por igual... pero, esos mismos quienes lo crucificaron, son los que ahora censuraban el amor.
Lo entendí ahora, decidí amar a Minerva y también decidí cargar con lo que eso conllevaba (una crucificción simbólica)... ¿estaba dispuesta a eso?
Miré de nuevo esa figura, cerré los ojos y un sentimiento muy profundo brotó, era la valentía que estaba encerrada y oculta dentro de mí... era el recuerdo de Minerva y lo que me hacia sentir... era el sentimiento que tenía por Dios... esa ahora sería mi fuerza.
Salí de mi penitencia y hablé con la madre superiora, me disculpé y renuncié a mi inminente noviciado, empaqué mis cosas y salí de ahí... ahora tenía nuevos retos por afrontar y una nueva vida que vivir.
Cap. 15
Por: Sonia.
PAsaron horas de viaje, demasiadas... llegamos al nuevo lugar donde habitaríamos, era una casa de retiros bastante grande.
No hablaba, me limitaba a contestar, fue como si una parte de mi hubiera desaparecido, en las meditaciones en nuestra habitación, siempre terminaba llorando frente a aquella imagen de Jesús, primero me sentía culpable y después, comenzaba a odiarlo un poco... culparlo de mi desgracia, responsabilizarlo de todo.
Mi carácter no es lo que era antes, ahora tenía una semblante enojado, frustrado, mi voz se hizo dura, mis modos también, y mi apariencia lucía diferente.
No sé cuánto tiempo pasó, mi vida era monótona y sin sorpresas, tenía tareas específicas y casi no hablaba con nadie.
Hasta esa tarde, abrí la cocina discretamente y la ví, era una de las monjas con las que vivíamos y una misionera guía, se tomaban de la mano, se besaban con discreción y acariciaban su rostro... recordé ese sentimiento, recordaba a Minerva y sé que ella y yo nos veíamos así.
Fuí corriendo a mi habitación, lloré demasiado, tal vez Dios me había dado una clave, una sencilla señal de lo que el amor era, ver a esas dos hermanas, amándose así , no me parecía malo, no era impuro... era amor, ellas se amaban y nunca podrían estar juntas.
¿Acaso yo quería seguir ese camino? Por primera vez dudé de mi convicción por darle mi vida a Dios, no lo quería... él me había tenido por tanto tiempo y ahora era mi oportunidad de ser feliz en otro amor, con Minerva.
Me tomó mucho tiempo y esfuerzo entender esas palabras, saber que lo que hacía no era malo para mi, no me corrompía, era solo amor.
En esa misma casa de retiro, decidí tomar una penitencia, me encerré en mi habitación por 2 semanas, comía lo mínimo y no hablaba con nadie... debía reflexionar sobre mi vida y sobre mis actos.
- ¿Por qué me diste tanto amor en un mundo sin amor? ¿Por qué me diste amor en este mundo donde se le ve como malo y asqueroso? -
Miraba aquella figura, era Jesús, él también había amado y por esa razón fue crucificado, pero siguió amando... entonces, tal vez y solo tal vez, él no juzgaba el amor, el lo profesaba, el lo admiraba y practicaba, amar a todos por igual... pero, esos mismos quienes lo crucificaron, son los que ahora censuraban el amor.
Lo entendí ahora, decidí amar a Minerva y también decidí cargar con lo que eso conllevaba (una crucificción simbólica)... ¿estaba dispuesta a eso?
Miré de nuevo esa figura, cerré los ojos y un sentimiento muy profundo brotó, era la valentía que estaba encerrada y oculta dentro de mí... era el recuerdo de Minerva y lo que me hacia sentir... era el sentimiento que tenía por Dios... esa ahora sería mi fuerza.
Salí de mi penitencia y hablé con la madre superiora, me disculpé y renuncié a mi inminente noviciado, empaqué mis cosas y salí de ahí... ahora tenía nuevos retos por afrontar y una nueva vida que vivir.
Perdón.
Cap. FINAL
Por: Sonia.
De nuevo fueron horas de viaje, cada una afianzaba más mi
deseo por este nuevo amor, por vivirlo a plenitud.
Llegué a mi pueblo natal, habían pasado ya 3 años, me sentía
diferente, me vivía diferente.
El primero lugar al que fuí, fue a mi casa... mis padres me
recibieron gustosa, prepararon un gran banquete y... hablé con ellos.
- No puedo entregarle mi vida a Dios, no ahora que entendí
que el amor que siento por él no es único... amo a Minerva, la amé desde el
principio y fue toda la culpa la que me hizo huir para descubrirme... así es
cómo soy, hija de Dios y también, amo a Minerva-
Los sollozos de mi madre no se hicieron esperar, la mirada
perdida de mi padre... tomé mi maleta y salí, tenía que ir a un lugar.
Caminé y caminé, recordé ese local, seguía igual... abrí la
puerta y una voz me recibió.
- ¿En qué le puedo ayudar?- me miró y sólo dijo: ¡Eres tú!
Nos abrazamos, la sentí de nuevo... parecía que fue ayer la
última vez que a besé, que la abracé...
- Perdón Minerva, perdón por dejarte... perdón por...
No me dejó continuar, me besó con pasión, con desenfreno, me
fu quitando lo que tenía de ropa y fuimos a la bodega.
Minerva, Minerva, Minerva, repetía en mi mente y ella acudía
al llamado de mis sentidos, llenándolos por completo...
Esa mezcla de nuestros cuerpos desnudos, jadeantes,
sudorosos, era simplemente perfecta; sentir a Minerva dentro de mi ser era una
de las cosas que más le agradecía a la vida, a Dios... besarla, probarla, mirar
el goce que su cara reflejaba y los sonidos de pasión absoluta que emanaban de
lo profundo de su ser.
Terminamos cansadas, abrazándonos... besándonos...
- Te dije que te esperaría... ahora te amo más que nunca-
dijo
- Tengo que hacer algo antes que otra cosa suceda- dije
sonriendo- debo decirte que te amo, no tengo miedo ahora... sé que estás
conmigo, sé que Dios también lo está.
Minerva sonrió y besó mi frente...
En ese momento lo entendí todo, eso era un amor verdadero,
único, el amor que siempre quise experimentar... sentir y vivir en él.
Nos vestimos y salimos a comer, acaricié sutilmente el
crucifijo de mi cuello...
- Creo que al final tenías una prueba para mi ¿no?- pensaba
- Al final entendí para que era todo esto... para entender cuál era tu
verdadero mensaje de amor.
Tomé la mano de Minerva y sonreí...
- Este es el verdadero amor que quiero, el que mi cuerpo, mi
alma y todo mi ser lo quiere... Gracias por todo esto, Dios.
Esta hermosa me considero tu fan. Numeri 1
ResponderBorrarCrei que el final seria distinto, pero me gusto la historia :)
ResponderBorrarAlma Álvarez B.
por favor!! qué hermosa historia... y tan similar a mi propia experiencia, aunque la mía no tuvo un final tan feliz como éste... gracias por tus escritos
ResponderBorrarCADA VEZ QUE LEO ESTAS HISTORIAS ME SIENTO TAN APEGADAS A ELLAS SON GENIALES LA VDD ESPERO SIEMPRE PODER LEER ESTAS HISTORIAS
ResponderBorrarOrale muy padre la historia. genial.
ResponderBorrarHERMOSA TODAS ME ENCANTAN
ResponderBorrar