Parece


Parece
Por: -Sonia-

¿Se han preguntado cuáles son los verdaderos límites del ser humano? Algunos le llaman moral, ética, valores familiares... ¿Yo? Le llamo: la locura.

Esa sútil línea entre la razón y la locura, a veces invisible, intangible... A veces, inexistente.

¿Qué es lo correcto? ¿lo incorrecto? ¿Qué es lo que todo el mundo llama "estar cuerdo"?

Esas son preguntas que me llegan con el amanecer, el Sol entra de lleno a través de las ventanas de la sala, lo odio... me levanto y corro las cortinas, me encierro en el silencio y la oscuridad, prendo una vieja lámpara que esta sobre un mueble, la tenue luz me hace verte, ahí, tu mirada fija en mí, no me dices nada, cómo siempre... Pero estás aquí, conmigo.




Sonrío para mis adentros y tomo un cigarrillo, te ofrezco uno, no lo aceptas, sigo fumando y me siento en un rincón, te hablo de tantas cosas, no espero respuesta de tu parte.

-Así ha sido siempre- pienso- esa frialdad no me representa sorpresa esta vez.

Un pequeño rayo de Sol se cuela a través de la cortina, cae directamente en tu piel, eres tan hermosa, perfecta... lo supe desde el principio.

-Pero nuestro amor, nunca tuvo porvenir- te digo y vuelvo a sonreír... me levanto y acaricio tu mejilla.

me siento junto a tí y tomo tu mano, no me dices nada... debes estar tranquila, no me respondes nada...

Y comienzo a hablarte de nuevo, esta vez desde un principio, aquel en donde te conocí, donde supe que debíamos de estar juntas...

-Parece que lo estoy viviendo de nuevo...- digo y mi memoria comienza a actuar...
El inicio de lo tuyo y lo mío, fue relativamente hace poco, no más de 5 años, mi vida nunca había sido interesante, no terminé la escuela, tenía un trabajo medianamente bien, vivía sola y así estaba: sola.

Mi madre fue una mujer que se encargó muy bien en llenarme de miedos, inseguridades y deseos frustrados, tuvo otros 5 hijos, por lo que de mí no se hizo cargo casi nunca. Vine de mi ciudad natal a la capital, tenía apenas 17 años y comencé a trabajar en la casa de mi tía, haciendo quehaceres en varias casas.

Conocí a mi primera y única amiga, una señora que me enseñó de la vida, la quería cómo a una madre, ella trabajaba en la casa de mi tía y a diario me la pasaba con ella, aprendí a cocinar, a hacer quehacer, pero también me enseño el valor de la honradez, de la sinceridad.

Aunque eso no le sirvió de nada, una tarde mi tía no encontró algunas de sus joyas y sin siquiera investigar la despidió y no conforme con eso, la mandó a la cárcel. Aquella inocente mujer estuvo ahí por mucho tiempo, no pude ayudarla, no tenía dinero y mi tía no quería entrar en razón.

Caro me costó aprender las injusticias de este mundo, aquella mujer en la cárcel y yo sabía quie robaba las joyas, se trataba del esposo de mi tía, ese malnacido al cual nunca llamé tío, no después de lo que me hacía por las noches, mientras se escabullía en mi habitación.

No soportaba esa situación, no podía pero me contenía, tenía que aguantar todo eso, no tenía de otra si quería seguir viviendo, soporté las humillaciones de mi tía, los abusos de su esposo y la soledad que me embargaba, de la tristeza y la impotencia, esas dos comenzaron a acompañarme más que nunca.

Y, aquella tarde, todo se rompió en mí, recibí una llamada, era la policía, aquella mujer inocente había muerto en prisión, murió de soledad, de tristeza, acudí a la estación, pero no pude hacer nada, la llevaron a la fosa común.

-No poder hacer nada- esa fue mi primicia a partir de entonces, aquella noche lloraba en mi habitación y el esposo de mi tía llegó. Cómo cada noche se metió en mi cama, pero esta vez yo no lo iba a soportar. Cerré los ojos y sentí el cuchillo entrar en su carne.

Aquella misma noche escapé de aquella casa, me fuí muy lejos... tomé lo que pude y escapé. Esa misma noche escapé de mi realidad y me refugié en la fantasía, en un mundo donde al fin lograba resolver las injusticias, las impotencias.

Pero obviamente no podía hablar de eso con cualquiera, me refugié en mi misma, me encerré y comencé a vivir una doble vida, una realidad y una alternativa.

De eso han pasado más de 10 años, ahora trabajo en un call center, llevo aquí alrededor de 3 años, mantengo u perfil bajo y me evito problemas, paso desapercibida, no tengo amistades, no hablo de nada, me mantengo en mi trabajo y los jefes parecen aprobar eso.

Todo iba bien, todo me resultaba llevadero hasta que... tuviste que aparecer...
Aquella fatídica y gloriosa mañana, el jefe nos anunció que un nuevo elemento se había integrado al equipo, me mandó a llamar a su oficina y ahí te ví por primera vez.

Te miré a los ojos y no pude ni hablar, me cautivaste en ese mismo instante, sentí a mis demonios calmarse, sentí algo que me llevó a sonreír...

-Mucho gusto soy Ana, espero podamos llevarnos bien- dijiste y estrechaste mi mano, me presenté y volví a sonreir.

El jefe me mandó a que te mostrara el lugar y así lo hice, por los primeros tres meses, estarías trabajando junto a mí para mostrarte cómo se hacía el trabajo.

Así pasaron esos meses, no me atrevía a hablarte, aunque mis adentros me lo exigían, aprendiste muy rápido y no tardaste en superarme, nuestro trato era estrictamente laboral.

Después de la capacitación, te fue asignado un lugar muy cercano al mío, ese Lunes me acerqué a tí y te deseé la mejor de las suertes, además me ofrecí a ayudarte si era necesario; sonreíste y me regalaste un chocolate, agradeciendo todo lo que había hecho por tí.

Ese chocolate que nunca me comí, aún lo tengo guardado en el buró de mi cabecera, junto a tus fotos, tu perfume, todo lo que me recuerda a tí.

A partir de ese día, nos saludábamos cada mañana, a veces nos encontrabamos en el comedor y sonreíamos, yo no le hablaba a nadie del trabajo, pero... quería acercarme a tí.

En una de esas ocasiones en las que te encontrabas sola en el comedor, me acerqué a tí y pregunté si podía sentarme junto a tí:

-Claro, siempre te veo comer sola.

No respondí nada, no hablé nada... Ella comenzó a preguntarme sobre donde vivía, cuánto tiempo tenía haciendo esto y que si estaba casada.

Reí nerviosamente -¿Casada? ¡Oh no! No podría jamás.

Ella sonrió de una manera peculiar y me miró:

- Creo que tenemos algo en común.

La miré y aquella fuerza dentro de mí, me llevó a escupir palabras que no había procesado:

- Podríamos averiguarlo- dije, Ana sonrió de una manera diferente, seductora y se levantó de la mesa del comedor.

- Voy al baño ¿vamos?

Me levanté a seguirla, entramos a los baños de la cafetería y ella les puso el seguro para que nadie entrara, en cuanto estuvimos encerradas, se acercó a mi y me besó, me tomó por los hombros y me azotó contra una pared, seguíamos besándonos, ahora con más intensidad, sentía su lengua dentro de mi boca, sentía sus manos recorrer mis senos y bajar por mi espalda. Una parte de mí no sabía cómo había llegado a esto y quería irme, nunca había estado con una mujer.

Pero, la otra parte de mi habló, escuché un: "Aprovecha"; dejé que esa parte me dominará y también me puse a acariciar el cuerpo de Ana, hermoso, perfecto... desabotoné un poco su blusa y sus senos saltaron, estaba demasiado bien proporcionada, los besé, los probé con mi lengua, ella cerraba los ojos, era evidente que le gustaba... Mis manos estaban justo en su espalda, diestramente bajé el cierre de su pantalón... Quería sentir más allá.

-Espera- dijo ella, pero mi mano fue atraída por la humedad que me estaba esperando, metí mis dedos en ella, la sentí por primera vez... un grito ahogado provino de ella, para callar los subsecuentes, mordió mi cuello fuerte, eso... sólo provocó que el movivmiento de mis dedos fuera más rápido, más profundo.

La parte de mí que no quería estar ahí se sorprendió por la maestría en la que movía mis dedos, demasiado bien para ser mi primera vez... Y ahí lo comprendí, aquella otra parte, la de la voz... era la que me estaba guiando.

Seguí con ese movimiento un rato, hasta que sentí tu cuerpo tensarse y ahí te tuve por primera vez, escurriendo entre mis dedos, nos separamos y pasaste al baño, yo me lavé las manos y miré la marca de mi cuello. Me miré en el espejo, por un momento no me reconocí...

No reconocí la sonrisa que se dibujó en mi cara...
Regresé a mi cubículo, me sentía rara... tomé el gel antibacterial de mi bolsa y me unté demasiado, yo no quería hacer eso ¿porqué demonios lo hice?, te miré sentarte en tu lugar, mientras me sonreías... ¿que demonios me estaba pasando?

Aquellas horas se me hicieron eternas, terminó mi turno y me fuí a casa, me tomaste por la cintura:

- ¿No te gustaría terminar lo que empezamos en mi casa?- preguntaste

Me detuve un momento, cerré los ojos... sentía muchas cosas en mi cabeza, ¡esa maldita voz no se callaba!, me disculpe y rechacé la oferta y corrí hacía la parada del transporte.

Llegando a casa, me metí a bañar, estaba muy confundida, desconocía esos impulsos que me llevaron a hacer las cosas, una parte de mí te deseaba cómo algo inalcanzable, cómo algo que podría llegar a ser tierno, podríamos estar juntas... Cerré los ojos e imaginé ese futuro juntas, ese futuro que alcanzaría.

Dormí pensando en eso, desperté con ese pensamiento... ¿Y si eso es lo que pasaría? Debía de acelerar ese proceso.

Llegué al trabajo, estabas sentada en tu lugar...

-Ana, quiero pedirte una disculpa por la actitud que tomé anoche, estaba un poco cansada por el trabajo ¿quieres ir a cenar conmigo hoy?

Sonreíste y me susurraste: -Sólo si tú eres la cena.

De nuevo la voz me dominó y respondí: - No si me encargo de comerte primero.

Me miraste sonriendo más y quedamos en ir esa misma noche a tu departamento, todo ese día fue raro, me mandabas mensajes subidos de tono a mi correo, mientras nuestras miradas se cruzaban, era mi mirada desconocida, era mi voz desconocida... eran esos pensamientos que no me gustaban tener pero contigo se desataban con facilidad, era el deseo, la lujuria que desatabas en mí...

Llegó la hora de la salida, te esperaba fumando afuera del edificio... ¿Fumando? ¿cuando había empezado a fumar? Saliste y caminamos hacía tu casa, estaba cerca... Una parte de mí quería tomarte de la mano, besar tu frente y decir que te quería... ¿la otra? Sólo quería quitarte la ropa y provocarte muchos orgasmos.

Esa parte de mí fue la que no titubeó al llegar a tu departamento, la que te llevó a la cama sin decir nada más, sin decirle cosas tiernas... sin llenarte de caricias suaves.

Te tiré sobre la cama, arranque tu ropa mientras miraba tu cara de satisfacción, te besaba fuerte... mordía tu labio hasta sentir un poco de tu sangre, bespe tu cuello, lo mordí... tus jadeos surgían de repente... acariciaba tus senos, pellizcaba tus pezones, los mordía y metía en mi boca... los gemidos se hacían cada vez más fuertes... mi mano ya estaba buscando ese lugar que le había sido presentado el día anterior, esa humedad que desde ese inicio me encantó... se adentró de nuevo, pero esta vez había más libertad para entrar y salir, había más humedad que hacía resbalar mis dedos, hundirse y mirar cómo lo gozabas... mis dedos maniobraban de una manera que desconocía, era cómo si se movieran a su voluntad, pero sabía que era esa "otra" parte de mí la que los movía.

Esa otra parte mía, la que me llevó por debajo de tu abdomen, la que me hizo probarte por primera vez, tenías un sabor dulce, mi lengua buscaba más en aquél recondito lugar que se estaba presentando ante mí, de ese sabor me hice adicta en ese momento... movía mi lengua de manera desconocida para mí, pero te estaba haciendo gozar, tu cuerpo se tensaba, tus gemidos eran tan fuertes que no podía dejar de probarte y tu humedad fue aumentando, mi boca estaba llena de tí, te olía, te probaba, te sentía, te oía, te veía.... todos mis sentidos estaban llenos de tí.

Aquella noche fue así, terminamos hasta que tú ya no pudiste con más placer... nos separamos y me veías sonriendo.

-Hace tiempo que no tenía tanto placer, me gustaría que fuera más a menudo.

-Cuando quieras- respondí, me levanté y me vestí - Debo de irme, nos vemos mañana- contesté friamente... me detuviste en la entrada

-¿Verdad que habrá otras ocasiones?

Te miré con esa sonrisa desconocida, la voz desconocida respondió:

-Claro, no podría dejar pasar este manjar- besé de neuvo tus labios, aún había un poco de sangre...

Salí de tu departamento y tomé un taxi hacía mi casa, estando ahí sentada, un sobresalto llegó, es cómo si hubiera despertado de algún sueño... De nuevo me sentía rara, tomé el gel antibacterial de mi bolsa y me puse en las manos, un poco en la cara también.

¿Qué me estaba pasando?
Aquellas voces en mi cabeza cada día se incrementaban, aquella mirada desconocida en el reflejo del espejo, pretendía adueñarse de mí.

Cada mañana llegaba siempre temprano al trabajo, me sentaba en mi lugar y a lo lejos te veía entrar, me sonreías y yo sólo agachaba la cabeza; después de aquel encuentro en tu departamento, traté de alejarme de tí... Ese ímpetu tranquilo y callado me dominaba de nuevo, te evitaba a cada paso que diera.

Dentro de mí, quería mantenerse ese perfil bajo que había tenido desde el principio, pero por las noches, las pesadillas me atormentaban, los pensamientos me agobiaban y tu imagen me creaba fantasías que lograban humedecer mis sentidos y todo mi cuerpo, aquellas noches en las que estabas en mis sueños, no podía evitar tocarme pensando en tí, cerrando los ojos y añorando tenerte junto a mí.

Aquello era una tortura, el callar a mi voz interna impulsiva, pero me parecía lo mejor... Sabía muy bien de aquella dualidad dentro de mi, pero nunca había dejado salir del todo a ninguna de las dos, existía un equilibrio que mantenía en armonía mi sistema, pero, contigo... se desataron todas las sensaciones, las pasiones, la lujuria y el deseo incontrolable de hacerte mía.

Pasó cerca de un año, me había mantenido alejada de tí y empezaba a resignarme, en aquell fiesta de fin de año de la empresa, quería irme temprano, bebí un poco y pasé al baño, no me sentía muy bien, me mojé un poco la cara y al mirar al espejo, ahí estabas tú.

-Hola, después de tanto tiempo- dijiste y yo no respondí, pasaste al lavabo de junto y yo me di la media vuelta, me tomaste por la muñeca.

- ¿ Por qué has estado evitándome? ¿Hice algo mal o que pudo ofenderte?- preguntaste, te miré a los ojos y agaché la mirada. - Según yo, hago todo bien...- continuaste diciendo, me incitabas.

Esa mirada oculta tras varios meses volvió a aparecer, te miré y respondí - No lo sé, tal vez sea momento de comprobarlo de nuevo- te besé y te llevé a uno de los cubículos del baño, te sentaste sobre la caja del inodoro, mientras mis manos buscaban tus senos, aquél hermoso par que había extrañado tanto, los besé, los mordí, succioné aquellos deliciosos pezones y los gemidos no se hicieron esperar.... con cada gemido, más me desconocía... no fue dificíl accesar por debajo de su falda, la humedad me indicaba el camino a seguir por mis dedos, ansiosos por sentirla, te sujeté del cabello y te besé mientras mordía tus labios, un poco de sangre salió, sonreí y te miré completamente extasiada por el movimiento de mis dedos dentro de tí, ese movimiento que se iba acelerando junto a tu respiración, mordí de nuevo tus labios y saboreaba la sangre que salía de ellos, jalé tu cabello atrayendo tu cabeza hacía mí, quería sentir aquel gemido que indicaba la llegada del orgasmo, en mis labios... No pasó mucho tiempo, sentí escurrirte a través de mis dedos y recorriendo mi antebrazo... Tu ojos estaban cerrados, y tu boca buscaba respirar, te solté y te miré, salí de aquel cubículo chupando mis dedos.

Me miré de nuevo al espejo, tenía esa mirada, esa sonrisa... volteé a mirarte, me sonreías y acomodabas tu ropa...

Volví a mirarme en el espejo, ahora mi rostro se notaba consternado, sin decirte nada salí del baño corriendo, bajé por las escaleras de emergencia y me senté en un escalón a llorar, mientras de mi bolsa sacaba el gel antibacterial que siempre cargaba.

- Otra vez me está pasando- repetía...
El nuevo año se me presentaba cómo una oportunidad de pensar las cosas, de calmarme y hacer cosas que me gustaran, que en realidad no eran muchas.

Las vaciones me daban oportunidad de limpiar la casa, redecorar, mover muebles, cocinar y estar sola, cómo siempre había estado.

Pero ese año un nuevo pensamiento me invadió, estabas tú en mi mente, de repente te veía en algún rincón de la casa, de repente escuchaba tu risa, de repente aparecías sin más...

Cuando regresé al trabajo, tomé una decisión.. Ahora haría las cosas bien y trataría de conquistarte, de tenerte a mi lado de una manera sincera, mostrándote mis verdaderas intenciones.

Aquél nuevo día en el trabajo, me sorprendió la noticia de mi jefe, después de tantos años de trabajo ahí, al fin había sido ascendida, ahora era una especie de supervisora ¿y sabes qué? Tú estabas a mi cargo.

Todos me felicitaron en la oficina y te miré sonreirme, me acerqué a tí y te saludé:

-¿Ahora te llamo jefa?- preguntaste y sonreíste, sonreí tímidamente... - Tienes una hermosa sonrisa, no la sacas a menudo- dijiste

- Quería saber Ana, bueno, tú sabes... si quisieras comer conmigo al rato, yo invito, el motivo puede ser mi ascenso- sonreí nerviosa, no podía creer que te había invitado a comer.

Sólo sonreíste de nuevo y susurraste un -Sí- me fui a mi nuevo lugar, ahora no podría verte pero no dejaba de pensarte.

Llegó la hora de la comida y pasé por tí a tu lugar, me miraste y sonreíste de nuevo... Fuímos al comedor, pedimos algo de comer y nos sentamos, comenzaste a hablar de tí, de tu vida, de tu familia, del amor.

-Mi novia se fue a trabajar a otro Estado, pero supongo que regresará, ya no la espero... de vez en cuando me manda una carta, me llama por teléfono y aunque la amo... sé que ya no estaremos juntas- dijiste, me miraste y me preguntaste - ¿Tienes novia?-

Miré el reloj, la hora de la comida había terminado y así pude esquivar tu pregunta, fuimos a trabajar de nuevo, sentada frente a mi computadora pensaba que tú amabas a alguien... tal vez no podría amarme nunca, tal vez no merecía ser amada.. Una lágrima corrió por mi mejilla, seguí trabajando, ahora quería saber que sería de mí.

El nuevo trabajo no era tan demandante, era relajado y tenía un poco de mejor paga, seguía mirándote lejana y ajena, pero no dejabas de saludarme, de sonreírme, comíamos juntas todas las tardes y por las noches esperabamos juntas el autobús.

Fue en una de esas noches, afuera llovía demasiado y las dos estabamos debajo de la parada, no se veía señales del autobus, sólo había autos salpicando, manejando a gran velocidad, uno de esos autos estaba directo a mojarte, me coloqué frente a tí y terminó por empaparme... Quedé frente a tí y te miré profundamente, cerré los ojos y lo siguiente que sentí fueron tus labios rozando los míos, eran suaves... cómo nunca antes los había sentido. Nuestros labios se sintieron varios minutos más, después nuestras lenguas se acariciaban suavemente...

- Me gustas- susurré... acariciaba tu cabello y te abracé muy fuerte, tu cuerpo expedía una calidez que no conocía, tu aroma embargó mis sentidos y por primera vez te sentí mía... propia.
Y de repente la voces en mi cabeza se callaron, mis demonios se durmieron y la parte de mí más pura, sincera y la que más me gustaba se quedó conmigo.

Después de ese beso, iniciamos una relación, secreta en el trabajo, pero visible en los demás aspectos, había ocasiones en las que me quedaba en tu casa, el fin de semana la pasabamos juntas y eramos muy felices, al menos yo era muy feliz y procuraba hacertelo notar.

Esa felicidad duró cerca de 2 años, en esos dos años no sentía angustia, preocupación, puedo decir que fueron los años más felices de mi vida, a veces me despertaba llorando de tanta felicidad...

Aquella tarde estaba en tu habitación, miré hacía el tocador y me reflejé en el espejo, estaba aquel perfume tuyo que me enloquecía, sin que lo notaras, lo tomé y me lo llevé a mi casa, cada mañana lo olía y te sentía cerca de mí... cada noche al dormir, me dormía pensando en tí y por las tardes, cuando te encontraba, no podía ser más feliz.

Pero, siempre hay un estúpido pero, fuiste promovida a otra central, que quedaba a unas 2 horas de camino de la central donde me quedaría, no quería quedarme sin tí, pero mi puesto me ofrecía varias ventajas... Lo único que pude hacer, fue arreglar mis horarios para que por la noche pudiera ir por tí.

-No tienes que hacerlo, es bastante lejos y me da miedo que te pase algo-

-No tienes que temer Ana, te amo y no soportaría que algo te pasara-

-Te amo también- me dijiste y me besaste, esos besos me hacía perder todo y encontrarme sólo en tí.

El inicio de una nueva vida estaba por venir, nuevos rumbos, nuevos aires... lo que no sabía es que mi vida daría un giro tremendo.

Cada día resultaba el mismo que el otro, por la mañana me iba a trabajar muy temprano para ir a recojer a mi Ana a su trabajo, después la llevaba a casa, a veces me quedaba con ella, otras veces regresaba a mi departamento.

Todo ocurría con aparente normalidad, hasta que Ana salía un poco más tarde de lo habitual, según ella "iba al baño", al principio traté de relajarme, tardaba unos 15 o 20 minutos, no le reprochaba nada y seguíamos con normalidad.

Aquella noche me quedé a dormir en su casa, me levanté por la noche al baño, no me sentía muy bien y su celular vibró, cuando lo revisé era una mujer, que le deseaba las buenas noches.

Fuí al baño y me mojé la cara, no quería pensar en nada, dejé mi mente en blanco pero ahora era imposible, las voces llegaron de golpe y con más fuerza, me miré en el espejo, esa mirada no la reconocí, de nuevo no era yo... bueno sí, pero no el yo que quería.

No pude y golpeé el espejo, mi mano sangró levemente, Ana se laevantó angustiada y me miró tirada en el suelo, llorando.. pensó que me había resbalado, me llevó a la cama y me limpió la mano, la vendó... La miré y le dije:

-Creo que ya no va a servir-

Ella sonrió y me besó la mano, la tomé de la barbilla y la besé, lentamente... suave y probando sus labios con delicadeza, los mordí de repente y ella replicó un poco, pero no la escuché, no después de que ella me tomara del cabello y se recostara en la cama...

-Menos mal que puedo con las dos manos- dije, mientras le abría la bata que traía, estaba semidesnuda, así dormía, al menos en la época de calor en la que estabamos... Su cuerpo desnudo ante mí era cómo dejarme llevar por un impulso... de hacerla mía, sólo mía, ella me pertenecía, no podía ser de nadie más.

Esa noche se lo demostré, con un frenesí que desconocía , la probé por todos los rincones de su cuerpo, saboreaba hasta el último rastro de humedad que corrían de entre sus piernas; sentía con mis dedos el palpitar de su interior, esa tensión que provocaba su orgasmos, esos gemidos que me hacían enloquecer...

Llegó un momento en el que me miré en el espejo de su tocador, no supe quien era, yo no era la chica que tenía a Ana sentada entre sus piernas, yo no era la chica que estaba meneando a Ana al compás de sus embestidas... ¿Quién era yo?

Me separé bruscamente y tomé mi bolsa y mi abrigo, Ana me miraba desconcertada, bajé las escaleras de su departamento, buscaba mi gel antibacterial y me unté suficente en las manos... Sentía el llanto correr por mis mejillas.

Ana me alcanzó a la salida del edificio:

-¿Qué tieneS?- preguntó

-No lo sé, lo siento, debo irme- ella me tomó del brazo y me jaló hacía ella, me abrazó fuerte

-Te amo- esas solas palabras hicieron que las voces en mi cabeza se callaran...

-Ana, mi amor...- susurré y volvimos a entrar en su departamento, me recosté y me quedé dormida...

Al amanecer, el miedo me invadió... Desde hace mucho tiempo no tenía esos episodios ¿A donde iría a parar todo esto?
Y el miedo se fue apoderando de mi lentamente, el espejo me reflejaba lo que era en realidad, lo que era mi realidad, esa mirada, esa sonrisa que aunque era mía, me resultaba diferente.

Las cosas con Ana iban bien, su trabajo parecía agradarle demasiado y el que yo fuera por ella, le resultaba aún más agradable, la amaba, la amaba tanto que me daba miedo que ella notara lo que me estaba pasando, así que me hundí de nuevo, bajo la máscara de rectitud y de perfil bajo que solía tener.

Ana era mi salvación, pero dentro de mi cabeza se originó una idea: "Ana ya no era sólo mía", la miraba sonreirme diferente, la sentía más lejana, vacía... sus brazos ya no era cálidos, sus besos ya no eran sinceros; todo eso lo comencé a sentir, a pensar... Y de repente ese pensamiento se convirtió en ley para mí, era obvio: Ana ya no era mía.

La poca razón que me quedaba, llenaba de regalos a Ana, salíamos e intentaba hacerla tan feliz, cómo ella me hacía, pero... por algunos momentos lo olvidaba y aquellos deseos reprimidos se apoderaban de mí, eran en esos momentos en los que tenía un sexo sin igual con Ana, sus gritos me hacían volver a la realidad y mirarla ahí tendida, gozando sin ningún pudor.

¿Qué me pasaba? Era mi pregunta diaria, en el trabajo seguía igual y con Ana también, nada parecía cambiar... o al menos, nadie lo notaba sólo yo, eso era aún peor.

Esa tarde salí del trabajo y recibí una llamada de Ana, me dijo que una de sus amigas la había invitado a una fiesta y que no podría verme hoy, fingí comprensión y colgué el teléfono, lo apagué y caminé hasta llegar a la Zona Roja de la Ciudad, caminé entre los callejones, donde aquellas mujeres ofrecían caricias pagadas, besos al portador y sexo al mejor postor.

Me acerqué con una de ellas, tenía el cabello corto y creí ver a Ana de repente, me costó trabajo hacerla que me vendiera sus servicios, no sabía porqué una trabajadora sexual se ponía tan exigente, sólo por el hecho de que yo era una mujer.

Llegamos a un viejo y sucio hotel cercano, pagué la habitación y subimos, cuando llegamos la azoté contra la cama y la besé, ella me esquivaba:

-¿Qué quieres hacer?- preguntó

- Quiero cogerte ¿no es evidente?

-Primero págame- dijo, le dí los billetes y comenzó a desnudarse...

-Yo lo haré- le dije y deslicé su vestido por su cuerpo, no era cómo Ana...pero una parte de mí quizo verla así, las voces lo quisieron así.

-Nunca lo he hecho con una mujer- dijo

-Entonces, deja que te guíe- la recosté de nuevo en la cama y mordí sus labios suavemente, los succioné y acaricié, delineaba con mi lengua sus pezones -¿Te gusta- le preguntaba, ella ni siquiera respondía.

Mis dedos, sin avisar, se metieron entre sus piernas y comenzaron a moverse con frenesí, aún no estaba mojada, así que escupí un poco entre mis dedos para que deslizarán sin problema, no tardo mucho en mojarse y en facilitarme muchas cosas, el movimiento de mis dedos más fuerte, mientras la miraba moverse al ritmo de los espasmos que le producía el placer.

Mis dedos seguían moviéndose, parecía que ya no tenía ningún control sobre ellos, escuché una risa surgir, no era ella... y me di cuenta, era yo... Ahí tenía a esa chica debajo de mí, mis dedos moviéndose rápido, provocando que su humedad se expandiera por toda la cama y mis dientes mordiendo sus pezones, mi cuerpo sobre de ella no dejaba que se moviera, ella comenzó a gritar más y más, a gemir cómo no lo había hecho y por fin se escurrió entre mis dedos, aunque estos, no dejaron de moverse.

-Ya, por favor, no puedo más- dijo

- Calla, puta- respondí, ese vocabulario ni siquiera lo utilizaba, sentí mi mano posarse en el cuello de la chica y esta quería gritar pero no pudo...

-Suéltame- susurraba

- ¡Qué te calles, puta!- una cachetada fue directo a ella y luego otra, así hasta que quedó insconsciente... la miré con satisfacción... Me levanté y fuí al baño.

De nuevo frente al espejo sonreí, me asusté al verme así... Tomé mis cosas y dejé a aquella chica ahí, tendida sobre la cama, salí del hotel y caminé por la Ciudad...

Comenzó a llover, con las primera gotas, levaté mi rostro al cielo... De neuvo el llanto brotó de mí y me tumbé en medio de una banqueta, busqué desesperada mi gel antibacterial, seguía llorando... Imágenes de lo recién ocurrido llegaban a mi mente, me horrorizaba saber que había hecho eso...

De nuevo me pregunté... ¿Qué me está pasando?, esta vez, una voz en mi cabeza dijo:

-Nada-
Ese fin de semana apagué mi celular, apagué el televisor y me la pasé encerrada en mi habitación, envuelta entre sábanas... sudaba pero no tenía fiebre.

Escuchaba risas retumbar por toda la casa, escuchaba a esas voces diciéndome cosas que no entendía, hasta que se hicieron más claras:

- Es una puta, se revuelca con alguien- decían

-Debes dejarla ya, debes buscar a alguien más- continuaban diciendo

Tapaba mis oídos con mis manos y me envolvía entre mis sábanas, sollozando, aquello me estaba pareciendo algo insoportable, ya no podía.

Decidí contárselo a Ana, ella me entendería, me ayudaría a pedir ayuda y tal vez, sanaría todo esto para estar bien con ella. Sí, eso es lo que debía hacer.

Tomé un baño y salí de mi departamento, fuí a la casa de Ana, debía hablar con ella cuanto antes, toqué el timbre, abrió y me sonrió... ME acerqué llorando a besarla:

-¿Qué tienes?- preguntó

De repente, me desvanecí entre sus brazos... No supe cuanto tiempo duró eso, pero escuchaba su voz a lo lejos, era fuerte, era segura... me llamaba por mi nombre, de repente escuché a la otra voz, esa que me decía lo tonta que era por confiar en Ana.

Abrí los ojos agitada, estaba sudando, Ana estaba junto de mí y la abracé con fuerza:

-Lo siento- dije- Lo siento Ana, no puedo más, no me siento bien-

-¿qué pasa amor? Al parecer tienes fiebre- y tocó mi frente llena de sudor.

- Esas voces me persiguen, me hablan, ya no puedo callarla-

- Shhhh, shhhh, shhhh, calma mi amor, debes estar delirando, tienes demasiada fiebre, será mejor que traiga algo de compresas frías y una pastilla-

-PEro, Ana, entiende... - y se fue a la cocina, fue inútil tratar de hablar con ella, de expresarle lo que me pasaba.

Por primera vez, medí el verdadero concepto de la soledad, si ella, mi gran amor, no quería escucharme, ¿quién más lo haría?

-Te lo dije, estás sola... No debía hablarle a nadie de que estoy aquí, te lo dije, siempre es lo mismo... Tú y yo somos los únicos capaces de entendernos...- Esa voz resonaba en mi cabeza.

Me tapé los oídos, sentía su risa estrepitosa romper mis tímpanos: -Déjame- susurraba

-Ahora más que nunca me necesitas, ahora más que nunca no me iré... Es más, vine para quedarme... vine para, estar contigo-

Aunque tenía los oídos tapados, esa voz penetraba por mis poros, esa voz dominaba mi cabeza, me levanté al tocador de Ana y busqué algodón, me miré de nuevo en el espejo...

- ¿Ahora me ves? ¿Ahora te reconoces?- dijo la voz y por fin lo noté...

Aquella mirada, aquella sonrisa... Era yo...

- ¿Ahora lo entiendes? - repetí hacía el espejo... miré hacía el tocador y tomé uno de los anillos de Ana... busqué entre sus cajones y tomé aquella pantaleta que tanto me gustaba.

Tomé mis cosas y me fuí a mi departamento sin pensar más, sin escuchar nada más que a esa voz...

-Ahora estamos juntas...- escuché...

Llegué a mi departamento y acomodé las cosas que había tomado y las acomodé en el mueble que tenía junto a mi cama, aspiré el perfume de aquella prenda...

Me desnudé y recorrí mi cuerpo con ella, sentí cómo si fuera Ana, cómo si fuera su lengua la que recorría mis pezones, los besaba con suavidad... Sentí que era Ana quien bajaba por mi abdomen y buscaba mi humedad, sentí a Ana introduciendo sus dedos en aquella cavidad llena de mi olor, de mi sabor... Metiendo y sacando mis dedos, con su pantaleta entre ellos, llegué a un orgasmo... Pensando en Ana...

Guardé la prenda en el cajón y me levanté al baño, me miré de nuevo en el espejo...

-Soy yo- dije... y lágrimas salieron de nuevo - ¿En que me estoy conviertiendo?- Tomé el gel antibacterial que tenía en el baño y cubrí mi cuerpo con el... me sentía asqueada y no dejaba de llorar.

Algo me estaba pasando... algo que yo no quería, pero no podía evitar...
Llegué al trabajo cómo cada Lunes, todo era normal, saludé a mis compañeros y me senté en mi oficina, le llamé a Ana para disculparme sobre la abrupta salida de su departamento.

-¿Cómo te sientes?- preguntó

- Bien, ahora mucho mejor, tienes razón, la fiebre me hizo delirar, te veo por la tarde, ¿esta bien?- dije

-No creo amor, me voy a ir con unas amigas de acá, saldremos más tarde y ellas me acompañarán, de todas maneras te marco al rato-

-Bien- respondí fríamente- Hasta entonces-

-Te amo- susurró antes de colgarme...

Coloqué mi cabeza sobre el escritorio, azotándola un poco...

- Te lo dije- escuchaba en mi cabeza- te dije que esa puta terminaría por abandonarte-

-No, ella no es lo que tú dices... Ella me ama, las cosas en la empresa no marchan bien, pronto harán un recorte de personal, ella no quiere irse-

-Claro que no, lo sabes... Basta con que llames a su supervisor para enterarte de su horario, sabrás que no sale tarde, sabrás que se revuelca en el baño de su trabajo con otras..

Tomé el teléfono y marqué el número de su supervisor... de repente no pude y colgué...

Salí del trabajo sin avisar y fuí a su trabajo, me puse en una esquina, tomé un cigarro y la esperé salir... Llegada la hora no salió, me sentí aliviada y apagué el cigarro, dí la media vuelta... Su risa se escuchó de repente, vení del brazo de otra chica...

No puedo describir lo que sentí en ese momento, tomé otro cigarrillo y caminé sin rumbo fijo, caminé sin cansarme... Llegué a una esquina y me detuve a encender otro cigarro...

Alguien se aproximó a mí, lo sentía detrás mío...

- No lo puedo creer, eres tú...- dijo aquella persona

Giré y ví quién era, ahora ella yo la que no podía creerlo...

- ¿Eres tú?- pregunté...
-Es... es... es... él - pensaba, no podía ser cierto... no, no podía serlo, yo misma, miré hacía la calle donde estaba y me di cuenta de que era la misma Colonia donde vivía mi tía y él... era su esposo.

- Te buscamos, tu tía murió hace tiempo y bueno, me quedé con todo- dijo - Pero tú has cambiado, ahora te ves, más... más tentadora que cuando eras más joven- trató de acercarse a mí y lo esquivé

-Pero, pero, pero... yo te maté- susurré, el se acercó a mí

-¿Matarme?- y soltó a reir- aquella noche que huiste, sólo me diste una patada, parecías muy fuera de tí... pero venga, vamos a la casa... podremos recordar viejos tiempos- dijo y me tomó del brazo, me detuve

En mi mente regresaron todas las imágenes del abuso que ese malnacido me había provocado, sentí la rabia, la impotencia, el coraje, la ira...

-Ahora es el momento, no me dejaste actuar esa vez... pero te prometo que esta vez todo será diferente- era de nuevo esa voz...

-Está bien- respondí, pero no esas palabras no fueron para él... fueron para aquella voz.

Caminamos a la vieja y lujosa casa de mi tía, ese maldito se había quedado con todo y vivía como el miserable perro solitario que era, se dibujó de nuevo esa sonrisa en mí...

-Ahora es el momento de terminar lo que nunca quisiste iniciar- escuchaba dentro de mí; la ira, el coraje, la impotencia se desvanecieron y en mí sólo había una valentía, una determinación...

Llegamos a la sala y me ofrecí a servir unas bebidas, mi caminar era distinto, mi expresión también lo era... Fuí a la cocina y abrí la vieja cava de mi tía, serví del vino que le fascinaba a ella y del que solía robar varios tragos cuando la desesperación me ganaba y entonces, ahora sí tomé ese cuchillo, lo escondí entre mis ropas y fuí de nuevo hacía la sala...

Le dí una copa a él y otra para mí, comenzamos a beber... La mirada de él era de lascivia pura, esas miradas que odiaba pero que ahora me resultaban propicias:

-¿Así que quieres que terminemos lo que esta pendiente?- dije

Abrí las piernas y me coloqué sobre de él, que estaba sentado, se acercó a olerme, a lamer con su repulsiva boca mi cuello, a desabotonar mi blusa...

-Te has desarrollado, quiero probarte entera- dijo

- Te mostraré que tanto me he desarrollado..- baje hasta ponerme de rodillas frente a él - pero quizá sea el momento que te pruebe primero... Cierra los ojos- susurré

Desabotonaba su pantalón, lo bajé junto con sus calzoncillos... él tenía los ojos cerrados, se lamía los labios... Se dibujó en mi una sonrisa de nuevo...

- Ahora es el momento de probarme- susurré y ahora sentí el cuchillo entrar en sus entrañas, giré el mango y miraba la agonía de aquél imbécil...

- ¿Que haces?- dijo

Pero ahora era demasiado viejo y yo demasiado fuerte, sentí el cuchillo hundirse en él varias veces, en el abdomen, en su muslo... en su repugnante cuerpo que sentía sobre de mí cada noche, ahora era su sangre la que sentía en mí...

Miré su agonía, ni siquiera podía moverse... se desangraba y yo, me encontraba feliz... Pasé al baño a lavarme las manos un poco y salí de la casa, llevando el cuchillo conmigo, caminé por mucho rato y tomé un taxi.

La lluvia comenzó, bajé la ventanilla y cayó en mi rostro, la sonrisa no se había desvanecido, busqué entre mi bolsa y miré el gel antibacterial...

Lo lancé por la ventana...

Ahora, era un nuevo momento... MI momento...

Cigarrillo tras cigarrilo me encerré en mi casa, perdí la noción del tiempo, del espacio. Cigarrillo tras cigarrillo, perdí la noción de mí.

Las voces seguían persiguiéndome, se notaban hostiles, me querían hundir, me asomé al espejo del baño, quedaban restos de lo que podía reconocer de mí, tomé cinta de aislar negra y los cubrí, no quería reflejarme... Tapé ventanas donde pudiera entrar luz, ya que ésta me sofocaba y me ponía irritable.

No sabía que pasaba conmigo, estaba dejando dominarme por algo desconocido, pero que no me era ajeno.

Sonó mi celular, era Ana... Al parecer yo había faltado al trabajo, ni siquiera sabía que día era.

-¿Estás bien?- dijo preocupada, pero no respondí...

-Respóndeme ¿estás bien?- volvió a preguntar

-Ana, necesito de tu ayuda, no me siento bien... yo, yo, no sé que es lo que me está pasando, ayúdame.

-¿Dónde estás?- preguntó alarmada - Dime y voy por tí

-En mi casa ¿quieres venir?- mecánicamente le di las indicaciones para que llegara.

- Voy enseguida, quédate ahí.- dijo y colgó

Apagué el celular, me hundí en el sillón, cubría mi rostro, las voces se hacían más fuertes.

- ¡Déjenme en paz! ¿qué quieren de mí? ¿No les basta con haberme convertido en asesina?- grité

- No eres una asesina- reconocí esa voz, es la voz que siempre me perseguía, era una voz grave pero con un timbre seductor- Sólo hiciste justicia, la gente que te dañó debe ser castigada ¿lo sabes verdad?-

- Nadie me ha lastimado, no tengo porque cobrar venganza de nada, en cuanto venga Ana... ella me ayudará, ella me sanará y tú desaparecerás- dije

Rió burlonamente - ¿Irme? ¿Cómo me voy a ir? ¿Acaso no me reconoces? Mírate al espejo... dime ¿a quién ves?- contestó esa voz

Fuí al espejo de la habitación, no lo había cubiero aún... Me miré, no supe que fue lo que pasó

- ¿Ahora lo entiendes? ¿Ahora sabes quién soy?- esas palabras salieron de mi boca, esas palabras las dije yo - Yo soy tú y tú eres yo... somos una misma persona, un todo, no puedes deshacerte de mí, sin que te deshagas de tí- seguía diciendo al espejo.

- Esto no puede estar pasando- pensé- Esta no puedo ser yo-

-Lo eres, date cuenta de todo... del coraje y la determinación repentina que alguien tan patética cómo tú jamás tendría, yo he vivido mi vida, tú eres la que lo evita... pero, ahora es mi momento, el momento en que reveles lo que eres en realidad, en esta realidad- de nuevo volví a decir.

Y entonces me dí cuenta, ahora era el momento de ser quien era en realidad. Esa sonrisa, mi sonrisa se dibujó en mi rostro.

El timbre sonó, era Ana...

Una última voz resonó en mi cabeza, una voz que decidí callar en ese instante para siempre... Una voz que me decía:

-No lo hagas-
Parece
Cap. FINAL
Por: -Sonia-

Abrí la puerta, tenía un cigarro en la mano.

-Adelante- dije, era Ana..

-¿Estás bien?- preguntó

- Nunca estuve mejor, ¿quieres algo de beber?- ofrecí amablemente

- Quiero saber que te pasa- dijo angustiada

-Nada, dudas que me llevaron a pensar cosas sin sentido,pero ahora sé la verdad, por favor, siéntate- respondí

- ¿Dudas? ¿Verdad? ¿De qué estás hablando?- preguntó

La miré y me reí irónicamente -¿De qué estoy hablando? Por favor Ana, se de las aventuras que tienes en el baño de tu trabajo, las mismas aventuras que tuvimos-

- ¿Aventuras? ¿En el baño? ¿De qué demonios estás hablando?- respondió Ana, estaba mintiendo, lo sabía.

- Anda, siéntate, voy por un trago- me dirijí a la cocina y tomé la botella de vodka que estaba ahí, salí... Ana estaba en mi habitación, había entrado - ¿Hay algo que te guste, preciosa?- pregunté burlonamente

Ana miraba horrorizada mi pequeño altar junto a mi cama, sus fotografías, el chocolate, su perfume, su ropa interior... su anillo, era mi santuario personal para ella

- ¿Qué significa todo esto?- preguntó asombrada

Me miré en ese espejo, tenía esa sonrisa, esa mirada - Nada Ana, era sólo una muestra del amor que te tuve, del amor que te profesaba cómo una estúpida... Antes de saber que tu te revolcabas en el baño con no se cuántas; así cómo lo hiciste conmigo ¿recuerdas esa primera vez que tuvimos en el baño? ¿Las veces subsecuentes en las que te cojía cómo nadie más? Dime Ana... ¿lo recuerdas?-

Ana cambió su semblante - No sé de que me hablas, ¿en el baño? ¿cuando estuvimos juntas?- preguntó

-Ahora lo olvidas- estaba furiosa yo, cómo se atrevía a negar ese pasado que me llenó de éxtasis, seguía mirandola a través del espejo - ¿Ahora olvidas cómo gemías aquella primera vez en el baño? La primera vez que te tuve entre mis dedos, entre mi boca-

-¿Primera vez de que? Creo que debo irme, no sé de lo que me hablas- se dirigió a la salida de la habitación, le detuve el paso

-¿Ahora lo olvidas? Claro, seguro ellas te ofrecen algo mejor ¿no?
Pero te equivocas, tú... eres mía solamente, desde aquella primera vez en el baño, en tu departamento-

Ana me miraba con terror, mis puños se cerraron.

-¿Quién eres?- preguntó

- Soy yo... siempre he sido yo, mírame...- Ana intentó salir... golpeé el espejo, se rompió ante mí, recojí el pedazo más grande y se lo mostré - Soy yo.

Ana estaba nerviosa, soltó a llorar - No sé de que me hablas, ¿de que baño hablas?- gritó - la primera vez que estuvimos juntas fue cuando iniciamos nuestra relación ¿lo olvidas? ¿de que demonios estás hablando? ¿qué es lo que estás diciendo?

- Ana, Ana, Ana... no juegues conmigo, en verdad, no juegues conmigo... Cómo ya lo has hecho- me acerqué a ella con el espejo en la mano- Eres tan jodidamente hermosa, eres tan jodidamente perfecta y eres mía, lo serás para siempre...

Y en ese momento escuché el grito de Ana, cerré los ojos... sentí mi mano mojarse, era la sangre que escurría de su garganta.

-¿Por que?- dijo mientras trataba de tapar la herida, se estaba debilitando y se desvanecía en el suelo... Miré mi mano, llena de su sangre, la olí, la probé... Esa era mi Ana, lo sería siempre...

La recojí del suelo y la llevé al sillón, la senté, me miraba fijamente... esos ojos que ya no reflejaban nada más que muerte.

El amanecer entra por mi ventana, aquí estamo al inicio de todo... Tomó otro cigarrillo y me siento junto a tí.

- Te amo- susurro y beso tus fríos labios... - No temas, estaremos juntas pronto-

Me termino el cigarro y tomo el espejo con el que marqué el final de Ana, ahora era mi turno... Siento su recorrido en mi garganta, ahora siento mi mano mojada.

Así junto a ella, la tomo de la mano, la lleno de sangre... y la miro... sonrió y exhalo mi último aliento.

Parece que nos entendemos, parecen tantas cosas... pero ¿qué es lo que va detrás de las apariencias?

Comentarios

  1. simplemente me encanto

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  2. Que historia!!! no se que decir es algo sorprendente como la mente puede jugar contigo.

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